En los primeros días del otoño, cuando los paisajes de Brno, la capital de Moravia en Chequia, se tiñen de ocres y amarillos, la Villa Tugendhat de Mies van der Rohe, restaurada y estrenada al público en febrero de 2012, revela la razón de ser de una arquitectura que se torna el mirador de la naturaleza en el ciclo anual de las estaciones. Ocho décadas después de finalizar su construcción en plena crisis de 1929, la Villa Tugendhat sigue siendo aún la casa más bella y perfecta del planeta. Habitar su arquitectura, aunque la estancia se reduzca al corto intervalo de una visita, descubre un refugio en paz, amplio y sobrio, que brilla bajo la luz del sol.
La vida doméstica contemporánea debe a la Villa Tugendhat la pureza definitiva del espacio residencial, abierto, expuesto y luminoso, que hizo del ambiente vacío el lujo de las casas burguesas modernas. La Tugendhat limpió de trastos y de rincones oscuros la habitación humana, en un periodo negro para la Humanidad, azotado por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. La crisis y la guerra llevaron a sus dueños al destierro, y, a la casa, un futuro de museo sin moradores que permanece, afortunadamente para la arquitectura moderna, congelado en el tiempo de Mies van der Rohe. La vida épica de la familia checa, y los avatares sufridos por la casa, protagonizan precisamente El destino de Tugendhat, el nuevo documental de la Televisión Checa, dramatizado y dirigido por Rudolf Chudoba, para su estreno en Nueva York en los primeros días de octubre.
El crack de la bolsa neoyorkina del 29 de octubre de 1929 se produjo pocas fechas después del inicio de las obras del edificio, en el verano de ese mismo año. Firmaba el proyecto el arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe para la reciente pareja de Grete Löw-Beer y Fritz Tugendhat. Ambos pertenecían a familias judías de empresarios textiles de la colonia alemana de Moravia, en la pujante Chequia de la República Checoeslovaca surgida de la Gran Guerra en 1918. Su boda, celebrada en Berlín en junio de 1928, se había bendecido con la financiación, por los Löw-Beer, de un pabellón en el extremo más elevado de la finca familiar situada en el barrio residencial de Černá Pole, o del Campo Negro, con impresionantes vistas al promontorio del casco antiguo de Brno, la capital morava.
En diciembre de 1930, Grete y Fritz se instalaron en el edificio con Hana, hija del primer matrimonio de Grete, y el bebé que se convertiría de adulto en el reputado filósofo Ernst Tugendhat. Durante algo más de siete años, la pareja logró hacer de la casa un placentero hogar en un país acosado por los preludios de la contienda mundial, que tendría precisamente su espoleta en el dramático proceso de incorporación a la Alemania nazi de los territorios de habla germana de los Sudetes checoeslovacos, fuertemente industrializados, y afectados por el paro a consecuencia de la crisis económica mundial. El año de 1933, con la llegada de Hitler al poder, resultó crucial para Europa y el conflicto de los Sudetes, y también lo sería para Mies y los Tugendhat, que celebraban el nacimiento de Herbert, su segundo hijo. Mientras Grete se unía a la Liga de Derechos Humanos en favor de los refugiados alemanes y austríacos que huían a Brno, el arquitecto conocía en Berlín la destrucción de su monumento de 1926 a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg y, siendo su director, asistía al cierre de la Bauhaus por los nazis, que le induciría a emigrar a los EE UU.
En 1938 las noticias que anunciaban desde hacía seis años la anexión a Alemania de la vecina Austria, a tan solo cincuenta y cuatro kilómetros de Brno, no podían ser más alarmantes. De acuerdo con el relato Surface is Interface del historiador Ivo Hammer, esposo de Daniela Tugendhat, cuarta hija del matrimonio y profesora de historia en Viena, Hana viajó a la casa paterna en Londres y, el 12 de marzo, el mismo día en que las tropas de la Wehrmacht cruzaban la frontera austríaca, Grete y sus dos hijos menores abandonaban la Villa Tugendhat hacia un incierto exilio en Suiza al que se uniría su marido en verano con parte del ajuar de la casa. La huida salvó la vida a la familia, que sufrió en Brno la pérdida de la hermana y la madre de Fritz en un campo de exterminio.
La invasión de Austria dejaba a Checoeslovaquia literalmente engullida en territorio alemán. En octubre, el ejército nazi ocupaba los Sudetes y, el 15 de marzo siguiente, Bohemia y Moravia. Siete meses después la Gestapo confiscó la casa, que en 1945 acabaría medio arruinada en la toma de la ciudad a causa de los bombardeos y las acciones de la caballería del ejército rojo. “Sólo la sombra sabe los secretos de las casas cerradas” apuntó, con inquietud de arquitecto, Pablo Neruda, el célebre poeta chileno que adoptó el apellido de un escritor praguense y que acertó con su verso en la historia de la casa de Brno. La Tugendhat quedó vacía, sin muebles ni pertenencias, detenida en el tiempo y alterada. Nunca sería devuelta a sus dueños, que en 1941 habían emigrado a Caracas y ampliado la familia con el nacimiento de Ruth y de Daniela, para retornar todos juntos más tarde a Suiza, una vez terminada la guerra.
En 1967, la visita a la casa de Grete, viuda desde 1958, para impartir una conferencia sobre los orígenes del proyecto de Mies van der Rohe, supuso el inicio de un proceso de atención mediática que, además de lograr la inclusión de la Villa Tugendhat en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, desembocó en la reciente y primorosa restauración integral que ha devuelto al edificio, con sus máquinas, enseres, mobiliario y jardines, el esplendor inspirado por el arquitecto alemán. La Tugendhat ha renacido en febrero de 2012, de nuevo en tiempos de otra grave crisis mundial, para ser museo de su propia esencia y centro de documentación de arquitectura moderna, con espacio expositivo, biblioteca, librería y auditorio.
El fallecimiento de Grete en accidente en 1970, truncó el curso de una publicación sobre la vida del edificio y de sus dueños, que retomó en 1999 su hija menor, Daniela Hammer-Tugendhat, en Ludwig Mies van der Rohe: The Tugendhat House, un libro entrañable con textos y tiernas fotografías tomadas por Fritz, aficionado también al cine y a la jardinería. La hija recuerda a sus padres enamorados de la casa ideada para ellos por Mies, a quien su madre había buscado seducida por los ventanales al jardín de la Casa Perls, que el arquitecto había construido en Berlín en 1911. Grete contaba que su marido creía que una casa vacía y transparente permitiría educar bien a los hijos, pero Mies hizo algo más que incluir cristaleras fabulosas y eliminar muros y enseres. Diseñó una vivienda panorámica, de espacio continuo y circulación libre, hecha de luz, de levedad y de distancia, que se abre en terrazas y plataformas escalonadas al espectáculo docente de la naturaleza. La Villa Tugendhat, al dictado de las estaciones y del discurrir anual del sol, es el mirador desde el que se contempla la vida.
Luz, levedad y distancia sobre una ladera suave
El misticismo que emana la Villa Tugendhat procede de la posición contemplativa que ocupa el edificio sobre una parcela excepcional. El solar, accesible por calle desde el noreste y orientado al sureste en pendiente hacia las vistas y el jardín, reúne todas las características de posición, soleamiento y forma que convierten un emplazamiento en un lugar privilegiado. Hay, efectivamente, solares mejores que otros, y los óptimos se parecen casi siempre a la suave ladera, frente al paisaje de Brno y el sol, que cedieron los Löw-Beer a su hija Grete para la construcción de su propia vivienda en la parte alta del jardín de la villa familiar.
Un buen solar se parece a una playa soleada derramada hacia el mar, en la que el cuerpo se calienta mirando al sol mientras la vista se serena en el horizonte lejano del agua. La espalda queda así en sombra y protegida, a cubierto, recostada en la pendiente que desciende hasta la orilla, al resguardo del camino de bajada que sirvió de acceso. El que sabe se limita a ensartar, en el justo punto pertinente, el poste de una breve sombrilla o quizás los tirantes de una tienda de tela delgada, sin huellas en la arena, sin distraer la luz ni la vista del cuerpo que protege. Así actuó Mies van de Rohe al decidir la configuración de la Villa Tugendhat, logrando un refugio etéreo que abriga con brevedad, entre paredes livianas de vidrio y fábrica, un mirador natural extraordinario.
El arquitecto alemán aceptó el encargo del matrimonio Tugendhat al conocer las cualidades del sitio en su visita a Brno de septiembre de 1928, y centró su proyecto en transmitirlas a la arquitectura, cediendo a la ladera y al paisaje y la luz solar el control último del diseño y de la distribución de la vivienda. El resultado fue una casa escalonada sobre el desnivel del terreno y semienterrada hacia la calle en su espalda, con las estancias vivideras, entre cristales y terrazas abiertas a la intimidad del jardín y las vistas de Brno, orientadas hacia el arco diario que cubre el sol de levante a poniente. Un camino curvo de tierra, bordeando el jardín, manifiesta el recorrido anual del sol en relación con la casa y su soleada esquina sur. Esta arista, formada por dos planos acristalados excepcionales, clarifica, por sí sola, la esencia de la Tugendhat y constituye el icono de la arquitectura transparente y perfecta de Mies.
El arquitecto alemán materializó, sin embargo, tanta complejidad conceptual en una sencilla casa, prismática, de tres plantas, basada en la tipología de un palacete clásico que se adapta a las circunstancias del solar con recursos más propios de la ensimismada arquitectura hispanomusulmana que del clasicismo locuaz de este tipo de edificios representativos. La aparente sencillez de la Tugendhat, práctica y útil hasta el extremo, debe algunos registros a la Villa Stein en París de Le Corbusier, proyectada en 1927, y se inscribe en el fértil periodo del funcionalismo checo del vidrio y del acero, que producía en aquellos años la vigorosa industria local, con varios edificios y actuaciones singulares adelantadas ligeramente a la obra de Mies en Brno, por otra parte, ciudad natal del arquitecto Adolf Loos. Entre otros, el conjunto de la Feria de Muestras de Brno, terminado en mayo de 1928 para la Exposición de la Cultura Contemporánea de Checoslovaquia, o la colonia residencial Nový dům para la Werkbundsiedlung de 1928, dirigida por los arquitectos Jaroslav Grunt y Bohuslav Fuchs, a quien se debe también el delicado Hotel Avion, de 1927.
Tan solo hacia el jardín, la Tugendhat muestra al completo su identidad de palacio clásico funcionalista, dividido en las tres franjas de basamento, planta noble y coronación que caracterizan los alzados de los edificios clasicistas. La propia esquina sur de la casa aglutina el mismo aspecto de moderno palacete clásico, en el que la habitual decoración de la planta noble ha sido sustituida por el vidrio, el más preciado y leve de los materiales contemporáneos, para formar una enorme vitrina habitable. No falta el pórtico característico de los frentes clásicos, visible tras los cristales y formado por las célebres columnas cruciformes entre cuyos intercolumnios fluyen los extensos salones entrelazados de la vivienda.
Debajo, el basamento oculta una planta técnica completa para dar servicio a la casa. Reunió todos los adelantos mecánicos del momento, con instalaciones de aire acondicionado y elevadores de lunas ideados especialmente por Mies para los Tugendhat. La tercera planta, con el suelo enrasado con la acera, fue la única en emerger discretamente sobre el nivel de la calle Černopolní para acoger los accesos urbanos, tergiversando de este modo su destino de ático sobre el piano nobile. En ella se alternan libremente los pabellones dedicados a dormitorios con las terrazas destinadas a entradas, recorridos, juegos y verandas. Desde las cubiertas de la Villa Tugendhat, a la manera distante que ofrecen los barcos, se divisa un sauce, quizá el árbol de la vida, y una arboleda, y, al fondo en el horizonte, contra el cielo, el recorte azulado, leve, del plano de las colinas de Brno, afilado por las agujas de la catedral de San Pedro y San Pablo y la silueta del inquietante castillo de Špilberk, de ingrata memoria.
(Continuará…)
Mercedes PELÁEZ