El mundo del arte se despide de Helga de Alvear

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“Compro todo eso que me provoca emoción, yo no me lancé al mundo del arte para enriquecerme”, le comentaba Helga de Alvear (1936-2025) a Carmen Escardó el verano pasado en su despacho durante una entrevista que se publicó en el número 305 de Descubrir el Arte. Esta alemana nacida en 1936 en el seno de una familia de grandes industriales del plástico, en Kirn, a cien kilómetros de Fráncfort, vino a España en 1957 primero a Estella (Navarra), donde su padre tenía una de sus fábricas, y después a Madrid para establecerse al conocer al arquitecto Jaime de Alvear, casarse con él y tener tres hijas. Los dos juntos empezaron a ir de galerías por la capital en la década de los sesenta, a interesarse por el arte contemporáneo y ella a adquirir obras de artistas de vanguardia cuya “primera piedra” fue un Zóbel.

“Helga de Alvear será por siempre recordada por su admirable generosidad y su imprescindible papel en el desarrollo del contexto artístico español e internacional. Helga fue una líder visionaria que tuvo un impacto indeleble en los artistas con los que trabajó, en los equipos de su Museo y su galería, en sus colegas, en sus numerosos amigos y en todo el mundo del arte», ha manifestado Sandra Guimarães, directora del Museo que se lleva el nombre de la galerista, filántropa y coleccionista recientemente fallecida. «Helga siempre valoró el arte y sus relaciones con los artistas por encima de todo, puso todo su esfuerzo y cariño en hacer realidad el sueño de construir un museo y eligió como hogar para su colección la ciudad de Cáceres, siendo la principal defensora del proyecto hasta el final».

Sobre estas líneas, la galerista Helga de Alvear en el exterior de su museo en Cáceres. Más arriba, ella posando en una de las salas expositivas (fotos: Luis Así).

La trayectoria vital y profesional de Helga de Alvear la hizo merecedora de numerosos reconocimientos, entre los cuales destacan la Medalla de Extremadura en 2007, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes concedida por el Ministerio de Cultura en 2008, la Cruz de la Orden del Mérito Civil de la República Federal Alemana, otorgada en 2014, la Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid en 2020, o la Medalla al Mérito Cultural de la República Portuguesa de 2024, entre otros muchos galardones.

«De forma totalmente desinteresada consiguió hacer realidad la creación de una Fundación y un Museo cuyo impacto ha enriquecido y enriquecerá la vida de miles de personas a través del arte. Gracias a su generosidad y a su férreo compromiso con la sociedad hoy contamos con una de las colecciones internacionales de arte contemporáneo más relevantes de Europa y podemos seguir trabajando por cumplir su sueño: transformar la vida de las personas a través del arte. Helga de Alvear tiene un lugar propio en la historia del arte contemporáneo”, subraya Sandra Guimarães.

Nacida en Kirn/Nahe (Renania-Palatinado) en Alemania, Helga de Alvear solía contar que, siendo niña, le gustaba coleccionar piedras duras que encontraba en el Río Nahe, provenientes de un yacimiento cercano a su casa y que, posiblemente, las formas, texturas y colores de esa primera colección de objetos naturales allanaran el camino hacia su posterior fascinación por el arte abstracto.

Tras la II Guerra Mundial, que acabó cuando ella tenía 9 años, estudió en el colegio de Salem en el lago de Constanza, así como en Lausana y Ginebra, Suiza. Posteriormente amplió estudios en Londres durante un año. En 1957, con 21 años, viajó a España con el objetivo de aprender el idioma. Siendo estudiante de Cultura Hispánica en la Complutense, el 27 de mayo de 1958, conoció al arquitecto Jaime de Alvear, con el que contrajo matrimonio justo un año después, en la misma fecha de 1959 y con el que tuvo tres hijas: María, Ana y Patricia.

Junto con su familia, Helga visitaba con frecuencia el Museo del Prado, donde quedó prendada de obras como La Anunciación de Fra Angelico o la última etapa de Goya, artista del que adquiriría una primera edición de Los Caprichos décadas más tarde.

El origen de la Colección Helga de Alvear se remonta a 1967, momento en el que ella conoce a Juana Mordó, entra en contacto con los artistas del grupo entorno a Cuenca y El Paso y se va interesando cada vez más por la escena artística española. Su primera adquisición fue una pintura de Fernando Zóbel pagada a plazos, y desde entonces, Helga siguió adquiriendo obras.

Retrato de Helga junto a una obra de su museo en Cáceres (fotos: Luis Así).

En enero de 1980, entró a trabajar en la galería Juana Mordó: son años de aprendizaje, tanto en cuestiones de gestión como en un mayor conocimiento del mundo artístico internacional, especialmente a través de ferias como Art Basel, la Fiac en Paris o la Feria de Colonia. En 1982, Helga de Alvear se convirtió en una de las galeristas que apuestan por innovar en la escena española con la creación de la feria ARCO.

«Al principio, muchos quisieron decirme lo que tenía que hacer, pero yo erre que erre, porque esto es una carrera de fondo. De mí ahora se habla, de ellos no. Yo siempre he dicho a mis clientes que hay que comprar para pasarlo bien en tu casa; si no te gusta, no lo compres. A mí me tiene que enamorar la obra, el artista me da igual», declaraba Helga en la entrevista concedida el año pasado a Descubrir el Arte.

Con el paso del tiempo, la implicación de Helga de Alvear en la galería de Juana Mordó se hizo cada vez más importante hasta que, con la muerte de Juana en 1984, tomó el testigo. Durante los siguientes diez años siguió las enseñanzas y el modelo, tanto artístico como de gestión, de su mentora. Sin embargo, en 1995 decidió dar un giro a su carrera abriendo una nueva galería bajo su propio nombre en un espacio de más de 900 metros cuadrados junto al Museo Reina Sofía. En este nuevo proyecto apostó por el arte contemporáneo más internacional con un especial interés por la fotografía, el vídeo y la instalación que en el momento eran casi desconocidas en España.

Actualmente, la de Helga de Alvear es una de las galerías más sólidas y de mayor trayectoria del panorama español con un innegable reconocimiento internacional y su Colección es considerada como una de las más relevantes de Europa. Muchas de las obras de la Colección han ocupado las salas de los museos de todo el mundo, pero el deseo de compartir su pasión por el arte contemporáneo con el mayor número de personas posible y de forma permanente la llevó a dar un paso más allá. Era necesario crear una institución sin ánimo de lucro, con vocación pública, participativa y transparente: la Colección necesitaba un museo del siglo XXI.

Vista del Museo Helga de Alvear, un edificio proyectado por el arquitecto Emilio Tuñón Álvarez que, inaugurado en 2010, alberga más de 3.000 piezas.

Cáceres se convirtió en el lugar idóneo para hacer su sueño realidad. En el año 2006 se constituyó la Fundación Helga de Alvear, en el año 2010 se inauguró el Centro de Artes Visuales y en el 2021 se inauguró el Museo Helga de Alvear, una institución que tiene la vocación de recordarnos que el arte es un motor imprescindible para seguir mirando hacia el futuro y cuya misión es poner en valor la generosidad y el legado de Helga de Alvear, reconociendo el carácter transformador del arte, tejiendo comunidad de relaciones a nivel local, nacional e internacional y expandiendo su pasión por el arte contemporáneo en la sociedad actual y generaciones futuras.

Su pasión por el arte se mantuvo hasta el final de sus días. Al ser preguntada por Carmen Escardó acerca de las cualidades que para ella debe reunir un buen artista, Helga respondió con gran clarividencia: «Sigo manteniendo que ha de conocer el oficio, ha de trabajar mucho y, sobre todo, tiene que investigar para innovar, no vale con encontrar una fórmula y repetirla. Y simplemente lo notas, es algo que se va haciendo con el tiempo, un aprendizaje y una depuración fraguados poco a poco… No tiene que ver que sea abstracto o figurativo».

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