Los diálogos de Aixa Portero y Enrique Brinkmann

autores.jpg

Una exposición en el Ateneo de Málaga de estos dos artistas plásticos plasma la relación dialéctica y recíproca por la cual el arte emula la realidad y, luego, la realidad parece que imita al arte. Hasta el 13 de octubre

Somos un diálogo. Los seres humanos no podemos ser ni desarrollarnos sino por medio de diálogos: no hay “yo” sin “tú”. Y lo que llega a ser el “yo” es gracias en buena medida a los otros, que nos rodean y conforman. Todavía más, no existen estos sin un “nosotros” previo que nos acoge en una comunidad. La historia de cualquier ciencia, incluida la historia del arte, tampoco se concibe sin el ejercicio interminable del diálogo. Esta exposición que se muestra en el Ateneo de Málaga desde el 7 de Septiembre al 13 de Octubre es un diálogo entre los artistas plásticos Enrique Brinkmann (Málaga, 1938) y Aixa Portero (Málaga, 1975).

La exposición de Brinkmann y Portero (más arriba posando ante sus obras) puede verse en el Ateneo de Málaga.

¿Emula el arte a la realidad o la realidad al arte? Mediante el concepto de “mímesis”, ya empleado por algunos de los más grandes filósofos griegos clásicos, como Platón o Aristóteles, si bien de forma muy distinta, se defiende que el arte emula a la realidad. Paradójica y provocadoramente, Oscar Wilde declaró que la realidad imita al arte. En realidad, ambas tesis no son incompatibles. Existe una relación dialéctica y recíproca por la cual el arte emula la realidad, y luego, parece, la realidad imita al arte. Y no ya sólo porque se construyan objetos, esculturas o edificios inspirados en el arte o, aún mejor, de forma artística, sino antes bien porque nuestra percepción, comprensión y comunicación de eso que llamamos “realidad” sería muy diferente sin las transformaciones del arte.

Tengo para mí que si sólo contempláramos las piezas en tinta china y acrílico sobre papel de Brinkmann, con educación y sensibilidad hacia el llamado “arte abstracto” –en rigor, me pregunto: ¿existe el arte abstracto?–, apreciamos y admiramos el lirismo de sus trazos, ejecutados con una sobriedad y una elegancia que recuerda al arte Oriental. Esta difícil sencillez sólo se alcanza en las postrimerías de una trayectoria vital, y no siempre. Raros son los elegidos. Significativamente, ha decidido no dar título a estas obras, no ofrecer una guía para asomarnos a ellas, abriendo por consiguiente una multiplicidad de interpretaciones posibles durante el decisivo proceso de recepción. También cabe la posibilidad de que el hipotético espectador se aburra y deje de contemplar antes de que encuentre una conexión con la realidad.

Por el contrario, Aixa Portero ha preferido elegir títulos para sus dibujos: Bosque Ramón y Cajal, Red de hipocampo, NGC 6543, Urdimbre, Nervadura… Los títulos son ventanas a través de las cuales nos asomamos al interior de la obra: nos ofrecen una perspectiva para interpretarlas. Por lo pronto, sus dibujos encuentran referencias en la realidad. Para un espectador con la sensibilidad y el gusto no educados en el llamado arte abstracto esto tiene unas ventajas, pues uno de los placeres de observar se encuentra en el reconocimiento, así como en adentrarnos en el juego de las semejanzas y de las diferencias.

Y ya que hemos mencionado a Ramón y Cajal, detengámonos un momento. Desde luego, la exposición también podría haberse titulado “Neuroconexiones plásticas”, en al menos un doble sentido: primero porque existen similitudes entre algunas de estas piezas y cómo representamos las neuronas y otros fenómenos del cerebro. Y segundo porque se ha dado una conexión entre ambos artistas para llevar a cabo estas piezas.

Volviendo a Ramón y Cajal, el Nobel de ciencias era un notable dibujante. Siempre me he preguntado si representaba lo que veía a través de artilugios tecnológicos o bien dibujaba para ver allí donde no alcanza la visión. La segunda hipótesis me parece más atractiva, puesto que no se trata de imitar sino de descubrir, si bien no descarto que ambas sean complementarias. En todo caso, la imaginación es esencial tanto en las artes como en las ciencias: crea mundos que no existían ante nuestra percepción y que luego se incorporan a nuestro imaginario común.

A propósito de la dialéctica de Platón acostumbro a explicar a mis alumnos que un buen diálogo tiene lugar cuando ambas partes salen enriquecidas después del encuentro. Para ello es necesario que permanezcamos abiertos a escuchar, no sólo a oponernos a los argumentos del otro. De esta manera podemos terminar sabiendo algo más de lo que sabíamos o matizándolo si lo consideramos conveniente.

En este diálogo plástico tengo para mí que las obras de Aixa Portero, que aparecen firmadas en 2023, uno o varios años posteriores a las de Brinkmann, contribuyen a establecer un puente, un tránsito entre la abstracción y la figuración. Y esto puede ser importante para que los espectadores no iniciados en la pintura no figurativa aprendan a gozar con la abstracción. Se diría que Aixa sale más abstracta gracias a Brinkmann, y Brinkmann más figurativo gracias a Aixa. Es lo que tiene un buen diálogo: sale uno siendo más “yo”, es decir, más “nosotros”. 

Sebastián Gámez Millán

Datos útiles

Diálogos Aixa Portero y Enrique Brinkmann

Ateneo de Málaga

Hasta el 13 de Octubre

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

scroll to top