Geometría y color se dan cita en la exposición de este artista malagueño que, además de una amplia producción pictórica y de obra gráfica, es también poeta, académico, coleccionista y crítico de arte. Hasta el 20 de octubre en la Galería JM de Málaga
Imagino a José Manuel Cabra de Luna (Málaga, 1949) concentrado, absorto, trazando líneas sin ninguna otra herramienta que su equilibrado y admirable pulso, buscando el color exacto del espacio. No sé por qué tantas personas en nuestros tiempos se refugian con más o menos suerte en la meditación; el arte es meditación: proceso por el que aprendemos a vivir en el presente permanente, por el que se regula nuestra economía de deseos, por el que aprendemos, siquiera por unos momentos, a renunciar de aquello que no es necesario, por el que nos conciliarnos con nuestra finitud…
A la entrada de esta muestra de la Galería JM, que se puede visitar hasta el 20 de octubre de 2023, podemos contemplar Círculo cromático, 2023, un mural acrílico sobre la pared de 400 x 400 cm, que parece un ejercicio de meditación espiritual y que contiene dos de las características que más distinguen a mi parecer el arte de José Manuel Cabra de Luna: geometría y color. Se trata de una circunferencia dividida en siete partes, tantas como colores, envuelta en dos cuadrados, gris y negro, que contrasta con la luminosidad del círculo cromático –no se pierda de vista la aliteración del título: además de artista plástico, es un poeta–.
En las dos primeras salas predominan claramente las figuras geométricas y los colores, con 101 cuadrados, y seis piezas compuestas por Nueve cuadrados –el título es una descripción exacta del contenido– que son un desprendimiento del anterior. Hay en buena parte de la obra de Cabra de Luna un interesante juego entre lo mismo y lo otro, es decir, a simple vista parece que todo es igual o se repite o son variaciones. Pero a medida que uno se demora en ella advierte que nada es igual ni se repite. Y este es acaso uno de los aprendizajes esenciales del arte, que nos lleva a contemplar la naturaleza tal como es debido, como un milagro irrepetible. ¿No es esta una de las funciones de la meditación, adoptar la perspectiva adecuada?
Mientras descendemos o ascendemos por las escaleras observamos tres pequeñas esculturas donde de nuevo resalta la geometría y el color. Por lo que se refiere a la primera, me atrevería a aventurar la hipótesis de que por medio de la geometría ordena el caos de la existencia. Estamos ante un arte eminentemente apolíneo, tal como es la personalidad pública de José Manuel Cabra de Luna. En Meditaciones estéticas. Los pintores cubistas, que cumplen 110 años, Guillaume Apollinaire anotó no sin razón: “La geometría, ciencia que tiene por objeto la extensión, su medida y sus relaciones, ha sido de siempre la regla misma de la pintura”. Si el juicio de gusto puede ir más allá de la subjetividad, propia de la modernidad, y llegar a ser universal o intersubjetivo, es entre otros factores por la geometría y el color.
Dicho sea de paso, Enrique Brinkmann, artista sobre el que ha escrito y del que fue curador de una exposición suya en el Palacio Episcopal, confesó en una entrevista: “Me gustaría que mi obra fuera atemporal. Uno ve la historia del arte y ve qué estupendo fue el movimiento del cubismo, qué importante, cambió la estética, lo cambió todo… Pero ya no tiene sentido, ya se ve como algo de otro tiempo. A mí me gustaría hacer algo que fuera de todos los tiempos, que atravesara el tiempo, pero ese es mi fracaso, no lo consigo”. Pues bien, conseguido o no, algo que debe juzgar la crítica y los espectadores, el arte de Cabra de Luna está más allá de las modas y por ese riguroso orden geométrico –Spinoza es su filósofo preferido– y el uso del color me atrevería a argumentar que es atemporal, si no fuera porque esta obra sólo puede concebirse después de las vanguardias.
Por lo que respecta al color, Cabra de Luna no tiene un único color ni tampoco una gama dominante, sino múltiples: el rojo, el azul, el verde, el naranja, el amarillo… Pero sí cabría afirmar una nota común: la luz y la sensación de vida que imprimen. De los cuatro modos de abordar el color según la ciencia: como pigmento, como luz, como sensación y como información, sin duda estas piezas destacan por el segundo y el tercer modo. Por lo demás, como señaló Félix Azúa en Diccionario de las artes, “los colores no son cuerpos, sino figuras, y un pintor sin su propia y original leyenda cromática, sin un color significador del mundo, un color capaz de hacer mundo, de figurarlo, carece de todo interés. No existe”. Si hay que subrayar una influencia no podemos eludir al artista conceptual Sol Lewitt, cuya obra conoce y admira profundamente.
De esta manera llegamos a la planta de abajo, no sin antes detenernos en un curioso grabado al aguafuerte cuyo título es una descripción exacta del objetivo que le ha llevado a la aventura: Líneas iguales, que no se tocan, en todas direcciones. Y Toulouse, una acuarela sobre papel de más amplias dimensiones donde el título designa el color que le singulariza. Al igual que Gran retablo, acuarela de grafito sobre papel, estas dos piezas carecen de la luz y de la vitalidad de otras obras suyas, pero poseen una luz negra no menos misteriosa siempre delimitada por la geometría. La manera que tiene de colorear los espacios, con su irrepetible juego de lo mismo y lo otro, crea un laberinto de formas y fantasmas que atrapa la imaginación del espectador.
Luego encontramos sobre otra pared seis piezas sin títulos regidas por la geometría y con tonos más suaves y, frente a ellas, separadas por una escultura de semejantes colores, cuatro intrigantes piezas, también sin título, muy geométricas y oscuras. Por último destacaré una de las pinturas que más me alcanzó, Díptico del alfabeto, una obra simétrica que contiene un enigmático alfabeto que se repite bajo distintos tonos, pero que no suscitan la misma música. De nuevo lo mismo y lo otro. Ordenada sobria y elegantemente por Javier Marín, propietario de la Galería JM, es una muestra que merece visitarse para disfrutar de la geometría y el color, y meditar en estos tiempos tan líquidos.
Persona renacentista y de vasta cultura (abogado de oficio antes de jubilarse, actualmente preside la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y es poeta, coleccionista y crítico de arte), el texto aproximativo que ha escrito para la ocasión es una penetrante reflexión sobre las relaciones entre lenguaje plástico y verbal que se encuentra en sintonía con el Michel Foucault de Las palabras y las cosas o el Nelson Goodman de Maneras de hacer mundos.
Sebastián Gámez Millán
Datos útiles
PINTAR ESCRIBIR MOSTRAR – José Manuel Cabra de Luna
Galería JM de Málaga