En el cincuenta aniversario de la muerte del artista, el Ayuntamiento de Málaga apuesta por ofrecer una alternativa al atractivo clima mediterráneo con numerosas y variadas actividades culturales con las que pretende homenajear a su hijo más universal
El 8 de abril de 2023 se cumplió medio siglo de la muerte de Pablo Ruíz Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973), no sólo el artista andaluz, sino el artista español, europeo y universal más revolucionario y transformador del siglo pasado. Desde el invierno de 1972 Picasso padecía una gripe que le mantuvo considerablemente aislado, hasta que ese día, a las 11:40 h., falleció por una crisis cardiaca consecuencia de un edema pulmonar. Los rumores de su muerte se extendieron antes. En cierta ocasión un periodista alemán llamó a su casa. Él no solía coger el teléfono, pero aquel día lo hizo: “¿Ha muerto ya Picasso?” “Está usted hablando con el cadáver”, respondió Picasso.
Desde innumerables rincones del mundo llegaron telegramas de condolencia y coronas de flores que tropezaban con la verja de la casa, a excepción de uno donde se leía: “Homenaje de la Ciudad de Málaga”. La voluntad de Picasso era ser enterrado en Notre-Dame-de-Vie (Nuestra Señora de la Vida), la finca que él le había regalado a Jacqueline en la boda, un vasto terreno en lo alto de una colina rodeada de olivos y cipreses donde vivió los últimos doce años.
Pero las ordenanzas municipales de Mougins prohibían los enterramientos particulares a menos de 35 metros de los límites periféricos, así que dos días después el cadáver fue trasladado al castillo de Vauvenargues, que el artista compró en 1958 a los pies de Sainte-Victoire, la montaña que cautivó a Cézanne, “el maestro de todos nosotros”.
Mientras tanto la prensa internacional le despedía: “Adiós al mayor artista el siglo”; “Ha muerto el último hombre del Renacimiento”; “El arte, antes y después, de Picasso”. Manuel Alcántara escribió: “La Pintura está de luto por el hombre que pintó las cosas como son, como debieran ser, como no serán jamás, como nos aterraría que fuesen. Por el hombre que se inventó un caleidoscopio llamado cubismo y se preocupó mucho de que una nariz le sirviera a dos personas y consiguió que llorara de pena la geometría en los rombos contritos de los trajes de equilibristas”.
Desde hace años asistimos a lo que el artista Rogelio López Cuenca llama con ironía crítica “la picassización de Málaga”, “el modo particular en que se ha acometido la reconversión al mercado del “turismo cultural” de una ciudad desindustrializada para atraer inversiones y visitantes”. Pero ciertamente Málaga carece de una “marca” más poderosa e internacional que Picasso… Y, a fin de cuentas, no se trata ya de dónde nació, que puede ser fortuito, sino ¿dónde soñó ser artista por primera vez? Fue en Málaga, bajo el ejemplo de su padre, entre palomas, cerca de los toros de La Malagueta, frente al Mediterráneo, temas que reaparecerán incesantemente en sus obras.
Decididamente el Ayuntamiento de Málaga ha apostado por ofrecer una alternativa con numerosas y variadas actividades culturales al atractivo clima mediterráneo. Un terreno bien cultivado no garantiza una buena cosecha, pero sólo bajo esa premisa puede dar lo mejor de sí. Por analogía, sucede con las personas y con las ciudades.
Por tanto, la cultura es un conjunto de valores fundamentales para prosperar. Pero me pregunto si podremos sostener esas inversiones (pienso, sin ir más lejos, en el Museo Ruso, en el Pompidou…) sin personas que sepan nutrirse y enriquecerse de ellas, sin personas que las demanden… ¿Acaso no necesitamos al mismo tiempo educación-formación para que el arte, al igual que la literatura, la filosofía o las ciencias, alteren y transfiguren nuestra percepción, nuestra forma de caminar y actuar en el mundo? Crear ciudadanos que a su vez contribuyan a crear una ciudad más cosmopolita y civilizada.
Además de las diferentes exposiciones que se han celebrado y se celebrarán en la provincia (Picasso: materia y cuerpo…), España (Picasso-El Greco, en el Museo del Prado; Picasso 1906: la gran transformación, Museo Reina Sofía…) y el mundo (Picasso y la prehistoria, Musée de l´Homme, París; El cubismo y la tradición del `trompe l´oeil´, Metropolitan, Nueva York…), ¿cómo podríamos ser fieles al espíritu de Picasso?
Más allá de los motivos por los que la denominada “cultura de la cancelación” -una contradicción en sus términos- quiere acabar con él, como si no pudiéramos distinguir entre el arte y su vida privada, y tuviéramos que destruir todo por la parte que no encaja con los valores morales de nuestra época, olvidando de paso sus acreditadas labores solidarias, todavía podemos aprender tanto de Picasso: la fecundidad creadora, que es juventud y confianza en sí mismo, la capacidad de experimentar, de innovar, de abrir nuevos caminos; su cosmopolitismo, pues detrás de Picasso anda casi toda la historia del arte, desde las pinturas rupestres hasta las de aquellos que aún no han nacido. ¿Sabremos estar a la altura del desafío? Mientras tanto, el Minotauro, que “siempre es todo ojos”, nos está mirando.
Sebastián Gámez Millán