Una lona de 185 m2 cubre desde esta semana la fachada del edificio número 4 de la plaza de Herradores, junto al Mercado de San Miguel en Madrid, con una reproducción de Una cebra, obra pintada en 1774 por Luis Paret. El Museo del Prado dedica su primera exposición monográfica al artista. Hasta el 21 de agosto
El Museo Nacional del Prado ha instalado, junto al Mercado de San Miguel y la calle Mayor, una lona de grandes dimensiones que reproduce la obra Una cebra, de Luis Paret. Se trata de la única cebra de la que se tiene constancia en España en el siglo XVIII. Era propiedad del infante don Luis, y, tras su muerte, fue disecada y formó parte de su gabinete, aunque a día de hoy no se conserva el ejemplar.
En este dibujo fechado en 1774, Paret recrea con verismo el pelaje y la morfología del animal, así como las atenciones que recibía, ejemplificadas en la manta de lana leonesa o en el cepillo y el cubo para su aseo.
El código QR permite la descarga de contenido adicional a la exposición que se celebra en el Prado. A través de estos vídeos descubriremos la figura y singular biografía de Luis Paret, marcada por un largo destierro en Puerto Rico y Bilbao, y conoceremos más de su carrera ensombrecida en la Historia del Arte por la estelar trayectoria e influencia posterior de Francisco de Goya.
En la primera exposición monográfica que le dedica a Paret el Prado, Gudrun Maurer, Conservadora de Pintura del s. XVIII y Goya del Museo Nacional del Prado y comisaria de la exposición, recorre la trayectoria profesional del artista para destacar la excelente calidad técnica y la originalidad singular con la que Paret trató los asuntos que abordó en su obra y mostrar los avances en el conocimiento de su modo de trabajar que han permitido los análisis técnicos de sus pinturas del Prado llevados a cabo en su gabinete técnico.
Sobre el artista
Luis Paret (1746-1799) compartió año de nacimiento con Francisco de Goya, cuya estelar trayectoria e influencia posterior acabarían por ensombrecer su papel en el arte español del siglo XVIII. A ello contribuiría también su particular biografía, marcada por un largo destierro en Puerto Rico y Bilbao motivado por su vinculación con su principal protector, el infante don Luis, condenado a vivir lejos de la corte por su hermano, Carlos III.
Sin embargo, Paret terminó su sólida formación artística, además de humanista, unos años antes que Goya, y sorprendió también antes que él con sus vivaces escenas de temas contemporáneos y novedosos. En ellas reflejó de manera sutil la vida de una sociedad que avanzaba lentamente hacia la modernidad; pinturas que propiciaban una mirada atenta y que, al tiempo que producían deleite, invitaban a la reflexión.
Pero Paret fue también un audaz creador de pintura religiosa y alegórica, un delicado retratista y un sensible pintor de paisajes, como muestran sus espléndidas vistas del Cantábrico, en las que captó la naturaleza de una manera casi científica. A sus composiciones complejas y originales, a su estilo ecléctico y personal, se une el empleo de un colorido limpio e irisado y un magistral manejo en sus dibujos del lápiz, la pluma y la aguada.
La capacidad de Paret para concebir imágenes originales destaca especialmente en sus obras en torno al amor, ya sea en su forma idealizada o cotidiana, aunque las fronteras entre estos dos mundos se muestren a veces imprecisas.
Las pinturas y dibujos dedicados a asuntos mitológicos y bucólicos de origen literario conviven así en su etapa bilbaína (finales de 1778 a 1789) con las centradas en el galanteo engañoso de la vida real, apoyado en la complicidad de criadas o celestinas, que reflejan el papel y el destino de la mujer de la época. Existe en estas imágenes una crítica social más directa que en las creadas en la década de 1770.
Frente a las obras de género realizadas por Paret en Madrid, estas escenas se caracterizan por tener menos figuras pero más individualizadas y con una mayor profundidad psicológica. En este sentido el artista va más allá de la sentimentalidad de artistas contemporáneos como Jean-Baptiste Greuze o Jean-Baptiste Le Prince, citados frecuentemente como referentes de su obra, y se acerca más a las composiciones concentradas de Pietro Longhi.
En 1786 Carlos III encomendó a Paret la tarea de pintar dos panoramas al año de puertos del Cantábrico, probablemente con el fin de completar el proyecto encargado en 1781 a Mariano Sánchez para dar a conocer los enclaves portuarios más relevantes de España. Ya antes de 1786, Paret había pintado varias vistas vizcaínas y enviado algunas al Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV, que tal vez inspiraran el encargo real. Gracias a este, Paret no solo recuperó su sueldo, suspendido con la muerte del infante don Luis en 1785, sino también su prestigio en la corte.
Esta exposición, la primera que el Museo del Prado dedica a Paret, reúne la mayor parte de sus pinturas y una escogida selección de sus dibujos. Su recorrido a un mismo tiempo cronológico y temático permitirá descubrir a un artista de singular genio y personalidad y disfrutar de una obra llena de diversidad y belleza.
Datos útiles
Hasta el 21 de agosto
Museo Nacional del Prado