El creador británico y la Galería Borghese de Roma invitan al visitante a Archaeology Now: una conversación artística natural e inevitable en la que obras maestras pintadas y cinceladas hace siglos dialogan con lienzos y esculturas modernas. Hasta el 7 de noviembre
Hay obras de arte que, una vez se contemplan, permanecen en la memoria como una exclamación. Son aquellas que, cuando se descubren, nos obligan a cerrar los ojos y a abrirlos de nuevo, incluso a mordernos los labios y mover la cabeza, quizá como un acto reflejo que nos devuelva a la realidad. Roma, la Ciudad Eterna (y no solo por lo que se refiere a la monumentalidad que exhibe con naturalidad entre sus calles, plazas y fuentes) puede presumir de contar con uno de los conjuntos escultóricos más sobresalientes del Barroco universal.
El rapto de Proserpina, que el artista Gian Lorenzo Bernini alumbró entre 1621 y 1622, con tan solo 23 años, es uno de esos iconos de la historia del arte que nos invita a descubrir, frente a frente, la belleza real en mayúsculas. Una creación excepcional cuyo movimiento y expresividad sobreviven al paso del tiempo. Una escultura, podríamos decir, eterna.
No es la única excusa para acercarse hasta el Parque de Villa Borghese, el más romano de la capital italiana y segundo en extensión, y visitar la Galería Borghese: un pequeño museo de dos plantas, muy accesible, que custodia la colección extraordinaria de obras de arte que iniciara el cardenal Scipione Borghese y que, a lo largo de tres siglos, las sucesivas generaciones fueron enriqueciendo. Hasta el 7 de noviembre de 2021, la muestra Archaeology Now, del artista británico Damien Hirst, ubicada entre las diferentes salas expositivas, podrá visitarse en este edificio del siglo XVII, uno de los primeros creados en Europa para albergar, ex profeso, las innumerables piezas de la Antigüedad clásica y el Renacimiento, entre otras, que con gusto exquisito (y diligencia insaciable) adquirió el cardenal y primer mecenas de un joven Bernini.
Anfitriones «con historia»
Aplazada por la pandemia, las 80 piezas que conforman Archaeology Now, una exhibición auspiciada por Prada, y comisariada por Anna Coliva y Mario Codognato, establecen un impactante diálogo entre Hirst, uno de los artistas más prolíficos y controvertidos de la actualidad, y el legado magistral de pintores italianos de los siglos XVI y XVIII, entre los que destacan Rafael, Tiziano, Bellini o Correggio. No son los únicos anfitriones “con historia” que han acogido las obras del británico, algunas tan llamativas como su Neptuno de lapislázuli y ágata blanca; o su Abundancia, esculpida en bronce y oro.
La particular convivencia entre medusas de oro o cabezas de unicornio han contado con la compañía de Caravaggio, el genio del claroscuro que contó con el favor del cardenal Scipione Borghese (por lo que sus obras mayores ocupan un lugar de honor en la colección permanente de la Galería), Antonio Cánova (cómo olvidar su célebre Venus Victrix que inspiró Paulina Bonarparte) o el Amor sacro y el amor profano de Tiziano. En el exterior, en el Jardín Secreto de Uccelliera, Hydra y Kali se sienten como pez en el agua.
Otoño, una estación con especial encanto en Roma, se presenta como una época idónea para sumergirnos entre las pinturas de la serie que Hirst tituló, en 2016, Color Space, y que por primera vez se exponen en Italia: estos trabajos que él define como «células bajo un microscopio» flotan en el espacio, chocan y se fusionan entre sí, con una sensación de movimiento. Otras obras aderezaron en el pasado la muestra Treasures from the Wreck of the Unbelievable (Tesoros del naufragio del Increíble) que, en 2017, los espacios del Palazzo Grassi y Punta della Dogana, en Venecia, dedicaron al artista.
En cualquier caso, podría decirse que, tras más de 90 exposiciones individuales en diversos países, y de 300 exposiciones colectivas del autor nacido en Bristol, la Galería Borghese nos invita a una conversación artística natural e inevitable, a una exposición, sin precedentes, entre el Premio Turner 1995 y autores clásicos de eco universal. No todos los días obras maestras pintadas y cinceladas hace siglos dialogan con lienzos y esculturas modernas, monumentales y de pequeña escala, realizadas en bronce, malaquita, mármol de Carrara, oro, plata, lapislázuli, coral, cristal de roca y piedras semipreciosas. Un contrapunto muy ornamental, que encierra una técnica excepcional, aún más llamativa entre las obras maestras del museo Borghese.
A finales del siglo XVIII, gracias a Marcantonio Borghese, se reorganizó la colección de la galería: en el centro de cada sala, un sobresaliente eje escultórico sería el epicentro sobre el que girarían otros emblemas de la colección. Solo hay que acceder a la primera estancia del museo para comprobar que el criterio sigue vigente porque Plutón, corpulento, desafiante y anatómicamente perfecto, continúa hundiendo sus dedos en el muslo de una Proserpina grácil, huidiza y de extraordinaria belleza. En su rostro aún resbala una lágrima desesperada. A sus pies, un Cancerbero vigila el escenario mitológico que esculpió Bernini. El rapto de Proserpina seguirá iluminando una sala que, durante unos meses, ha dado cobijo a un Proteus impasible y contemporáneo, cuyos 2,413 metros de altura nos hablan del halo inconfundible de Hirst.
Una estancia que, desde el 8 de junio, ha mecido el movimiento barroco entre el rumor de las olas: Grecian Nude, un desnudo colosal, nos relata las profundidades del mar a tenor de los corales, y los restos arqueológicos sumergidos durante dos milenios, que adornan su cuerpo de bronce. Todos ellos, criaturas de ayer y de hoy, tienen algo en común: nos susurran los desvelos de sus creadores, nacidos con 367 años de diferencia. Los del maestro Bernini, el arquitecto que tuvo el don de moldear las emociones y transformar magistralmente el mármol en piel. Y los de Hirst, el artista que aún bucea entre su creatividad para desentrañar las complejas relaciones entre el arte, la belleza, la religión, la ciencia, la vida y la muerte.
Datos útiles
Hasta el 7 de noviembre de 2021
Galería Borghese de Roma
Piazzale Scipione Borghese 5, 00197, Roma
Lali ORTEGA CERÓN