Hasta que los museos flamencos puedan volver a abrir sus puertas, VISITFLANDERS ofrece una experiencia virtual VIP en la que, de la mano de grandes expertos, el usuario puede descubrir desde casa las colecciones más destacadas del corazón de Europa. En este apasionante tour interactivo, viajamos primero a Amberes para conocer el centro Mayer van den Bergh y la increíble historia que hay detrás de la obra maestra de Bruegel «La Loca Meg»
Tras la exitosa iniciativa Stay At Home Museum de VISITFLANDERS, en la que los conservadores y comisarios de los centros artísticos más destacados de Flandes guiaban personalmente al usuario por las obras fundamentales de Van Eyck, Bruegel, Rubens y otros maestros flamencos mediante vídeos interactivos, el usuario puede ahora disfrutar del Flemish Masters Museum Tour, una experiencia virtual VIP en la que, de la mano de grandes especialistas, seguiremos descubriendo sorprendentes detalles y las asombrosas historias de museos y colecciones más imprescindibles situadas en el corazón de Europa.
Esta segunda temporada de paseos virtuales llevarán al visitante a conocer el Museo Mayer van den Bergh de Amberes, la Iglesia de San Pedro de Lovaina, el Hospital de San Juan de Brujas o el Museo KBR de Bruselas. Son recorridos online independientes que, a modo de documental, permiten conocer dichos espacios y las piezas maestras que albergan de una manera sintética, entretenida y pedagógica, sirviendo además de base al usuario para poder preparar una futura visita en persona cuando las medidas sanitarias lo permitan.
Hasta entonces, de la mano de VISITFLANDERS, se puede disfrutar desde el hogar de colecciones tan increíbles como la atesorada durante años por Fritz Mayer van den Bergh, hoy base del museo que lleva su nombre y parada obligada en la bella ciudad portuaria de Amberes.
Fritz Mayer, coleccionismo sin límites
La pasión por el arte de Fritz Mayer van den Bergh (1858-1901) no tuvo límites. En apenas una década llegó a coleccionar 6.000 piezas artísticas, lo que significa que de media compraba dos obras al día. Hijo de Emil Mayer, comerciante alemán proveniente de Colonia convertido en un destacado hombre de negocios en la Amberes del siglo XIX, y de Henriëtte van den Bergh, hija de Jan van den Bergh, un empresario, concejal y senador de Amberes, la capacidad de Fritz Mayer van den Bergh para comprar tanto arte se explica, en gran parte, por las grandes posibilidades económicas de su familia.
Aunque se marchó temprano a estudiar Derecho en la Universidad de Gante, la muerte de su padre dos años después hizo que abandonara dichos estudios y regresara a Amberes para vivir con su madre. Es a partir de ese momento cuando Fritz, con 21 años, decide dedicar su vida a comprar y coleccionar arte, tanto en Bélgica como en el extranjero. Su legado familiar le hizo contar con una breve experiencia en el mundo de los negocios que le fue muy útil en su nueva ocupación.
Todo ese bagaje, sumado a su particular habilidad para aprender de manera autodidacta, pronto le dio muy buenos resultados. Con una gran predilección por el arte más anónimo y menos popular, Fritz compraba de forma masiva, pero sin descuidar ningún detalle, estudiando cada obra al milímetro, y vendiendo aquello que consideraba poco valioso. También se convirtió en un experto en textiles y monedas antiguas, logrando que importantes sociedades numismáticas le ofrecieran sus servicios. Sin duda, había heredado el espíritu empresarial de su padre.
Fritz Mayer van den Bergh, que incorporó su apellido materno a su nombre tras ser admitido en la nobleza belga en 1888, consolidó su colección durante la década de 1890, demostrando conocer bien el mercado del arte tras desarrollar una extensa red de contactos y colaboradores. En aquellos años se centra principalmente como coleccionista en la compra de pintura y escultura. Sin embargo, también le interesan la platería, la cristalería, la porcelana y otras disciplinas.
Viajaba con frecuencia, incluso a Italia, y visitaba numerosas subastas en lugares como París, Londres o Colonia. En otras ocasiones enviaba a colaboradores cercanos para explorar posibles tesoros que hubieran podido pasar desapercibidos. Así es como, precisamente, consiguió incorporar a su colección una de las obras maestras flamencas por excelencia: la Dulle Griet o La loca Meg, de Pieter Bruegel el Viejo.
Una ganga que era una obra maestra
El 5 de octubre de 1894, Fritz Mayer van den Bergh ligó su nombre al del maestro flamenco para siempre. Aquel día, el coleccionista adquirió la todavía desconocida Dulle Griet o La loca Meg de Pieter Bruegel por un precio muy asequible. Según Carl Depauw, director de la casa museo que lleva su nombre en Amberes, un colaborador de Fritz, Max Friedländer, encontró la obra en una casa de subastas de Colonia. Sin ver la obra, guiándose únicamente por la descripción de Friedländer, Mayer le dijo que la comprara. El coleccionista era muy buen investigador, como señala el director del centro, y conocía múltiples publicaciones en las que se mencionaba este lienzo «perdido».
Fritz Mayer manejaba con soltura la obra del biógrafo más temprano de Bruegel, Karel van Mander, y eso le daba ventaja sobre el resto. Sabía de buena mano el periplo vivido por esta pieza artística desde que fue pintada (hacia 1561) en Amberes o en Bruselas por Bruegel el Viejo y adquirida por un coleccionista privado, su posterior instalación en la corte del emperador Rodolfo II en Praga a mediados del siglo XVII hasta que los suecos saquearon la corte y se la llevaron a Suecia.
En la mencionada subasta celebrada en Colonia, Mayer van den Bergh fue prácticamente el único que se interesó por ella. La compró por menos de 500 francos y la integró en su colección, permitiendo que esta joya pasara a formar parte del patrimonio flamenco. El cuadro, recientemente restaurado, cuelga en un lugar de excepción del museo de Amberes Mayer van den Bergh.
La pintura toma su nombre de la mujer que aparece corriendo hacia la izquierda en la parte inferior de la pintura, con una especie de armadura. Comparada con todos los demás, parece un gigante. La Loca Meg pasa corriendo por la boca abierta del infierno. Detrás de ella, las mujeres aparentemente han comenzado a saquear. Los soldados varones están entrando en la escena por la derecha y hay todo tipo de monstruos extraños, criaturas y estructuras extrañas. El horizonte parece estar en llamas. Max Friedländer lo llamó acertadamente «una pintura volcánica».
Ya se ha contado y escrito mucho sobre La Loca Meg. En general, la pintura parece versar sobre la batalla entre sexos. La relación hombre-mujer ha sido tema de comedias y otras obras de arte desde la antigüedad. El lienzo también representa una especie de mundo al revés: las mujeres llevan los pantalones. Bruegel dejó volar su imaginación y se inspiró para esta obra en su predecesor, Hieronymus Bosch. En ella se aprecian muchos de los elementos clave de las piezas pictóricas fundamentales del autor, como El triunfo de la muerte y La caída de los ángeles.
Del mismo modo, La Loca Meg también fue protagonista de otras obras y sirvió de inspiración para otros creadores, como fueron los casos del pintor también flamenco David Teniers el Joven, quien le dedicó un cuadro a principios de la década de 1630, o el de David Rijckaert III en 1650.
Tras el 450 aniversario de la muerte de Bruegel, el museo ha decidido exponer la célebre obra junto a la Madonna del pintor de cámara francés Jean Fouquet, de la colección de Florent van Ertborn en el Museo de Bellas Artes de Amberes (KMSKA), haciendo que en este año tan especial la Madonna «se encuentre» con La Loca Meg.
Un final inesperado
En 1898, adelantándose a grandes museos e importantes coleccionistas, Fritz compró todo el lote de la colección del fallecido Carlo Micheli: medio millar de piezas artísticas, sobre todo estatuillas medievales pequeñas. Las cajas que pasan por la aduana con estas obras están marcadas con la etiqueta «Sans valeur artistique», es decir, «Sin valor artístico». Más tarde, Fritz Mayer vendería unos 300 objetos por una importante suma. Y es que el arte de este tipo, ignorado durante mucho tiempo, fue despertando el interés de los coleccionistas -además del precio de dichas piezas-, haciendo que colecciones como la de Fritz cobrasen todavía mayor relevancia. De las cerca de 6.000 piezas de la colección, más 60 están hoy en la lista de obras maestras de Flandes.
El 4 de mayo de 1901, sin embargo, el éxito de Fritz acababa con un final abrupto: después de un accidente de equitación y varios meses de enfermedad, Fritz Mayer van den Bergh fallecía a los 43 años. Durante mucho tiempo tuvo la ambición de montar su propio museo. Tres años después de su muerte, su madre hacía realidad un sueño que dura ya más de un siglo.
No te pierdas este primer episodio del Flemish Masters Museum Tour sobre el Museo Mayer van den Bergh.