Compuesta por 130 obras de la Kunsthalle de Bremen, una muestra en el Guggenheim Bilbao evoca los movimientos artísticos que marcaron la creación pictórica francesa y alemana del siglo XIX y la primera mitad del XX
Con la exposición Obras maestras de la Kunsthalle de Bremen: de Delacroix a Beckmann, los responsables del Museo Guggenheim Bilbao proponen, en palabras de su directora artística, Petra Joos, “una historia condensada del arte europeo del siglo XIX y del primer tercio del XX”. Un periodo en el que aparecieron diferentes tendencias que han marcado la evolución del arte desde el clasicismo hasta el expresionismo, pasando por el romanticismo, el impresionismo, el simbolismo y el surrealismo.
En la muestra, que reúne un total de 130 obras, están representados artistas tan relevantes como Caspar David Friedrich, Eugène Delacroix, Ernst Ludwig Kirchner, Emil Nolde, Oskar Kokoschka, Edgar Degas, Renoir, Pissarro, Corot, Claude Monet, Eva Gonzalès, Van Gogh, Paul Cézanne, Auguste Rodin, Otto Dix y Pierre Bonnard.
De gran valía y poco conocidos
Conviene destacar que, junto a estos nombres célebres, la selección tiene la virtud de incluir notables obras de una serie de artistas de gran valía pero poco conocidos en España o que han tenido escasa difusión en nuestro país. Nos referimos a pintores como Theo van Risselberghe, Henry van de Velde, Carl Wagner, los impresionistas alemanes Max Liebermann, Lovis Corinth y Max Slevogt, los nabis Maurice Denis y Charles Laval y el surrealista Richard Oelze, entre otros.
También merece una mención especial la presencia de nueve óleos de Paula Modersohn-Becker (1876-1907), destacada artista alemana vinculada a la vanguardia parisina de principios del siglo XX.
El origen de la Kunsthalle de Bremen se remonta a 1823, año en el que se fundó la Kunstverein, una asociación de ciudadanos comprometidos con la idea de “difundir y cultivar la belleza” entre sus contemporáneos. Actualmente, la colección reúne más de 2.100 obras entre pinturas, esculturas y creaciones multimedia, así como 200.000 dibujos y grabados, un conjunto que abarca desde la Edad Media hasta la época contemporánea.
Sin duda, su mayor expansión se debió a la apertura de miras de Gustav Pauli, que estuvo al frente de la institución más de treinta años, entre 1905 y 1938, y que contribuyó a incrementar de forma notable la presencia del arte francés y alemán de la segunda mitad del siglo XIX, en especial del impresionismo y el postimpresionismo.
Esta política de compras no estuvo exenta de polémica, sobre todo cuando en 1910 se adquirió la espléndida tela Campo de amapolas de Van Gogh (1889), que es uno de los hitos de la muestra bilbaína. En aquel momento se acusó a Pauli de dar excesiva entrada al arte francés en detrimento de la creación alemana, cosa que no era cierta a la vista de las obras que se exhiben en el Museo Guggenheim y que permiten apreciar los vínculos existentes entre el arte alemán y el francés de los siglos XIX y XX, pero también sus matices y sus diferencias.
Del clasicismo al romanticismo
A modo de introducción, el recorrido se inicia con la evocación del final del clasicismo, ilustrado con pinturas del francés Theodore Chassériau (1819-56) y de los alemanes Theodor Rehbenitz (1781-61) y Friedrich Overbeck (1789-69), ambos vinculados a los nazarenos, un grupo de artistas instalados en Roma en 1808 que reivindicaba una pintura religiosa inspirada en Durero y Rafael.
Como contrapunto al clasicismo encontramos en la misma sala a los románticos, que buscaron en la representación de la naturaleza un reflejo de sus sentimientos y de su subjetividad.
El Romanticismo francés, que surgió como reacción al racionalismo de la Ilustración durante el primer tercio del siglo XIX, está representado aquí por cuatro telas y dos dibujos de Eugène Delacroix (1798-1863), figura central de este movimiento. En sus cuadros cargados de dramatismo, Delacroix se dedicó esencialmente a plasmar temas religiosos y mitológicos, como se aprecia en los óleos Ecce Homo (1850) y Cristo en la cruz (1853-56).
Precisamente el paisaje es el género que después de Delacroix iría adquiriendo cada vez mayor protagonismo hasta convertirse en el tema predilecto de los impresionistas. La práctica de la pintura al aire libre empezó a ponerse de moda gracias a los pintores de la Escuela de Barbizon, representados en la exposición por cuadros de Camille Corot (1796-1875) y Charles François Daubigny (1817-78), autor del impactante Paisaje cercano a Pontoise (1866). Estas obras son el preludio al impresionismo, que constituye el núcleo central de la exposición del Guggenheim.
El último capítulo de la exposición se centra en el movimiento expresionista alemán y en algunos de los integrantes del grupo Die Brücke, fundado en Berlín en el año 1905. La muestra finaliza con una sorpresa: tres óleos del alemán Richard Oelze (1900-1980) que evocan un mundo tan extraño como fascinante, cercano al surrealismo.
Marie-Claire UBERQUOI, extracto del artículo publicado en Descubrir el Arte de diciembre.
Datos útiles
Obras maestras de la Kunsthalle de Bremen
Hasta el 16 de febrero