Bajo el comisariado del argelino Abdelkader Damani, la I Bienal de Rabat reúne más de un centenar de artistas de todo el mundo que ponen el acento en el fenómeno de la creación, integrando diálogo y reflexión sobre la apertura, la tolerancia y la paridad entre hombres y mujeres. Museo Mohammed VI de Arte Moderno y Contemporáneo y otras diez sedes de la capital marroquí, hasta el 18 de diciembre. Texto y fotografías: Enrique Domínguez Uceta
La capital de Marruecos celebra la primera Bienal de Rabat de Arte Contemporáneo, con una amplitud y calidad sin precedentes en la historia del país norteafricano. “Un instant avant le monde”, es el lema que reúne a más de un centenar de artistas de todo el mundo, bajo el comisariado del argelino Abdelkader Damani. En esta ocasión, las miradas de los participantes se interesan en el fenómeno de la creación, integrando diálogo y reflexión con apuestas por la apertura, la tolerancia y la paridad.
La pluralidad de la muestra teje una desbordante riqueza de perspectivas, en su mayoría desde el punto de vista de mujeres artistas que trabajan en diferentes partes del planeta y ponen de relieve la conexión entre África, Europa y América a través del arte. Como manifestó el comisario durante la inauguración, Rabat, en el extremo oeste de África, donde el continente termina, es un buen lugar en el que imaginar “un mundo nuevo al que tenemos derecho y que deberíamos crear juntos”. O para volver a los orígenes, a Un instant avant le monde.
Asumiendo la subjetividad de sus elecciones, el comisario centra su atención en la obra de mujeres artistas de diferentes disciplinas. Sin consignas ni militancias colectivas, la muestra respira el perfume del trabajo libre y comprometido de 63 firmas procedentes de 27 países, desplegando un friso de interacción cultural que huye de encasillamientos ideológicos, étnicos o geográficos. La extensión y diversidad de la exhibición permite asomarse a un escenario planetario y establecer complejas lecturas transversales.
La Bienal acoge desde las artes visuales a la arquitectura, coreografía, fotografía, cineastas y videoarte, literatura, danza y performance. Las obras se distribuyen en once sedes repartidas por la ciudad, convertida en galería a cielo abierto que invita a ser recorrida para comprobar la riqueza del patrimonio arquitectónico y museístico de Rabat, que ya se ha convertido en capital cultural de Marruecos mediante el decidido impulso del monarca.
El Museo Mohammed VI de Arte Moderno y Contemporáneo, sede principal de la Bienal, cubre su fachada principal con una obra de la artista austriaca Katharina Cibulka, un blanco telón donde se dibuja el texto “Mientras sea más importante seguir las reglas que seguir a nuestros corazones, yo seré feminista”. Se accede a la exposición a través de un espacio oscuro en el que se proyecta una filmación del histórico concierto que ofreció en Rabat, en 1968, la cantante egipcia Umm Kulthum. Conocida como el Astro de Oriente, su voz concitó un fervor unánime en el mundo árabe, alcanzando en este ámbito la mayor visibilidad de una mujer en cualquiera de las artes durante el siglo XX.
En la planta alta del museo, la Bienal se abre con un poderoso protagonismo textil, presente en el limpio tapiz de Amina Agueznay que dialoga con la artesanía de las mujeres bereberes, en las composiciones tridimensionales de The Three Graces de la nigeriana Marcia Kure, o en Private Rooms de la egipcia Ghada Amer que alude al espacio doméstico íntimo de la mujer. En la misma planta se enlazan trabajos de intensa plasticidad en las obras de la argelina Fella Tamzali Tahari y de Amina Rezki, en las viñetas de la novela gráfica The Revolutionist de la zambiana Milumbe Haime, y en elementos de mayor abstracción como las de Black Square o la espectacular instalación Current Disturbance de la libanesa Mona Hatoum.
La Bienal ha otorgado tres Cartas Blancas a artistas marroquíes para que reúnan, según sus propios criterios, a otros creadores locales. En la planta baja del museo se expone la Carte Blanche de Mohammed El Baz, dedicada a las artes visuales, con trabajos del propio autor y de otras seis firmas. Entre ellas la intensa constelación de capullos de seda y de hilos transparentes de Expansión, de Safaa Erruas, que invita a profundizar en la génesis de la obra de arte y en el análisis del proceso creativo. Otra Carta Blanca dedicada al cine se ha encargado a la directora Narjiss Nejjar, que dirige la Cinemateca marroquí, y la tercera Carta Blanca, bajo la supervisión de la profesora Sanae Ghouati y de la novelista tunecina Faouzia Zouari, deberá reunir, al terminar el evento, textos de 50 escritoras relativos a temas planteados en la muestra.
En 2012, Rabat fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Algunos de sus edificios de alto valor patrimonial se han convertido en escenarios de la Bienal complementarios al principal. El más valioso se encuentra en la encantadora casba blanca y azul de los Udayas, donde el imperio almorávide levantó un hermoso palacio para la dinastía Alaui, cuyo espacio interior acoge varias piezas y eventos, entre ellos la performance de la bailarina Bouchra Ouizgane. Otras obras se han alojado en la Villa des Arts, en el Museo de la Historia y de las Civilizaciones, en la Biblioteca Nacional, en las galerías de arte del Credit Agricole, de la Banca Popular y en L’Espace Expressions CDG, que acoge una fascinante colección de propuestas de la artista y escenógrafa austriaca Judith Saupper.
Al sur de la casba, sobre la costa atlántica, se perfila la masiva silueta del Fort Rottenbourg. Su interior ha sido ocupado por la Bienal con instalaciones como Eternel retour du désir amoreux, de Amina Benbouchta o Où sont mes rêves? de Deborah Benzaquen. En el exterior de la fortaleza, la artista egipcia Ghada Amer ha ideado un jardín circular donde las plantas dibujan la versión inglesa de la frase de Simone de Beauvoir “Toda opresión crea un estado de guerra”.
La Bienal presta especial atención al arte urbano, que apoya desde hace años la Fondation Nationale des Musées au Maroc que preside Mehdi Qotbi. En esta ocasión ha invitado al artista estadounidense Futura, autor de un mural situado en el Parque Hassan II, junto a las pinturas de otros creadores de Street Art.
Las profesionales de la arquitectura tienen una importante presencia en la Bienal, con trabajos exploratorios en los aspectos plásticos y en los materiales. Por encima del resto destaca el nombre de la fallecida arquitecta de origen iraquí Zaha Hadid, que expone dibujos preparatorios de The Hague Villas. De gran interés son las propuestas de Manthey Kula reunidas bajo el título común de Archipelago. Architecture from solitude, en un poético diálogo de forma, luz y materiales. España está presente con la obra Breeding space, de María Mallo, elaborada a partir de la kombucha, que ella misma cultiva y elabora para ser utilizada como material de construcción. La relación entre cultura y naturaleza protagoniza las maquetas del equipo Takk, y una enumeración de rocas de Marruecos realizada por Lara Almarcegui completa la presencia de autoras españolas.
Si la colección de piezas resulta fascinante, también lo es la trayectoria de los artistas, que actúan en un territorio global, en el que a menudo no coinciden sus lugares de origen, de formación y de vida. La misma permeabilidad transfronteriza se produce entre disciplinas, con un alto número de arquitectas trabajando en otros campos artísticos. Es el caso de las intensas pinturas de Fella Tamzali Tahari, de la mirada sobre la cultura mesopotámica de la iraquí Rand Abdul Jabbar, de las imágenes de la italiana Ila Bêka, de los Black Blocs de María Giudici, del trabajo de la mejicana Tatiana Bilbao, del cine libre de Hania Chabane, de los montajes fotográficos de Feminist Collaborative Architecture, o las fotos y vídeos de Giovanna Silva. Más específicamente arquitectónica resulta la obra del equipo DAAR, de Sandi Hilal y Alessandro Petti, que han construido en hormigón el arquetipo de una tienda de campaña, elemento frágil y perecedero que representa el exilio de los refugiados palestinos, la tierra en la que ambos trabajan.