Leyenda viva del arte contemporáneo, esta galerista, que lleva cuarenta y ocho años azuzando su devenir en España, desde que fundara su primera galería en Sevilla, habla sobre sus inicios, la fundación de ARCO y sus proyectos inmediatos. Su galería en la calle Barquillo (Madrid) acoge, hasta el 30 de marzo, la exposición Hansel y Gretel del creador alemán Philipp Fröhlich
Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) desprende osadía y autenticidad, un anzuelo perfecto para uno de los más grandes valores del arte moderno en nuestro país. La veterana galerista, que continúa yendo todos los días a su despacho de la madrileña calle Barquillo, abierto en 1983, tiene en su haber logros históricos, como la creación de ARCO y su primera dirección, también exposiciones de artistas rompedores de la escena internacional al final de la dictadura franquista y principios de la Transición (como Diane Arbus, Richard Hamilton, John Heartfaild, Man Ray o Robert Rauschenberg), así como la defensa acérrima de la fotografía artística cuando aún nadie la consideraba en España, o el lanzamiento en 2004 de la Bienal Internacional del Arte Contemporáneo de Sevilla con el célebre comisario Harald Szeemann, sin olvidar la donación al CAAC en 2012 de veintiséis obras de arte de su colección…
Aunque quizá lo que mejor revela la idiosincrasia de esta figura ejemplar es haber mantenido siempre una línea original, fijándose más en sus propios gustos eclécticos y criterios estéticos, que en las modas. A su entender el valor de una pieza reside en que su contenido trasmita y emocione. “Nunca he visto obras para vender sino artistas con los que querer trabajar, gente que me seducía por la calidad y congruencia de sus planteamientos y a la que deseaba ayudar a quitar escollos en el solitario y difícil camino creativo, pues es duro encerrarse cada mañana en el estudio en busca de los mejores medios expresivos”.
La entrada profesional de De Aizpuru en el terreno del arte ocurrió en Sevilla, a donde esta madrileña de adopción se había trasladado por el destino laboral de su marido Juan. Fue en la galería La Pasarela y en el barrio de Santa Cruz tomando jamón con los pintores locales Carmen Laffón, Luis Gordillo, Pepe Soto, Teresa Duclós, José Ramón Sierra… “Les empecé comprando obra, a título particular sin demasiados conocimientos previos, y enseguida me vi sumergida en su mundo”. Y así cuando esta sala de arte de vanguardia, la única de la ciudad, cerró sus puertas en 1970, Juana cogió s su testigo.
Aquellos fueron tiempos prodigiosos para el desarrollo de la creación plástica española. Entonces la internacionalización de nuestros artistas estaba por hacer, al igual que dar a conocer lo que ocurría fuera, pero ya en Madrid unos cuantos pioneros mostraban cómo era posible traspasar fronteras: Aurelio Biosca desde 1940 acogía en su local a creadores de trayectoria exterior; Juana Mordó, salida precisamente del seno de este “patriarca” del galerismo, también representaba desde 1964 la pintura del grupo El Paso; del mismo modo que Elvira González venía exhibiendo en Theo, desde mediados de los años sesenta, a las grandes figuras de las vanguardias del siglo XX…
De Aizpuru no puede por menos que unirse a estas iniciativas para potenciar al grupo de jóvenes artistas que había surgido en Sevilla, casi todos pintores abstractos, en paralelo al círculo de Cuenca. “Entonces era distinto, no se necesitaba mucho dinero para ser un buen galerista, no había que fichar a artistas deslumbrantes, tampoco tener sucursales, ni vender a coleccionistas de alto standing. Sólo había que querer ayudar y tener la capacidad de descubrir a los nuevos talentos”.
La entrevista se interrumpe con la entrada de Concha, su hija y su perro, para entregar unas imágenes impresas del dúo Art & Language, Michael y Mel, y un documento de Pierre Gonnord. Ambas están ultimando la selección de ARCO 2019. Juana aprovecha para enorgullecerse del elenco de creadores que reúne su galería –treinta y tres creadores, once de los cuales conserva casi desde sus inicios–, diciendo “todos son iguales para mí y todos quieren ir a la feria. Por eso este año he vuelto a tener uno de los stands más grandes, 166 metros cuadrados, para poder enseñar sus últimas invenciones”.
Finalmente, reconoce que si hay una figura histórica cuyo saber hacer haya guiado su camino profesional es la «del marchante francés Aimé Maeght por su cercanía con los artistas, a quienes recibía en su casa como si fueran su familia”.
Carmen ESCARDÓ