El Museo ABC (Madrid) dedica una gran retrospectiva a este ilustrador y uno de los dibujantes clave de la prensa española en los años veinte y treinta del siglo pasado. También colaboró con la industria audiovisual en la creación de dibujos animados y fue pionero de la ciencia ficción en España con su historieta Un viaje al Planeta Júpiter. Hasta el 27 de mayo
Joaquín Xaudaró (Vigan, Filipinas, 1872-Madrid, 1933), con su reconocible trazo y su gusto francés, se convirtió en las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado en uno de los creadores gráficos más demandados en España, colaborando en publicaciones como Blanco y Negro, Barcelona Cómica, Gedeón, The Monigoty, La Saeta y Gente Menuda y con editoriales francesas como Flammarion, Ollendorf, Mericaut o Garnier. Además de su faceta como ilustrador, Xaudaró también colaboró con la industria audiovisual en la creación de dibujos animados para compañías como Gaumont, e incluso llegó a fundar la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados).
Para el crítico de arte, guionista y comisario de la muestra Xaudaró. La Buena gente, Felipe Hernández Cea, a Joaquín Xaudaró “es imposible entenderlo sin tener en cuenta su estancia en Filipinas hasta los once años, donde su padre, ingeniero militar, estaba destinado. Allí fue donde descubrió el virtuosismo técnico de los estampadores japoneses, como Kono Barei o Imao Keinen, y su sentido de lo decorativo en lo tocante tanto al colorido como a la elección del punto de vista”.
A pesar de su prolífica y polifacética carrera, la mayoría de la gente conocía a Xaudaró sobre todo por su dibujo más identificativo, el perrito de orejas puntiagudas que incluía en sus viñetas con el fin de introducir al lector en cierto estado de ánimo para examinar las escenas. Un personaje tan célebre y omnipresente que, como comenta Juan Manuel Bonet Correa, director del Instituto Cervantes, ha opacado en cierta forma sus orígenes, “en algunas de sus obras tempranas practicó el simbolismo. También fue pionero de nuestra ciencia ficción con su historieta Un viaje al Planea Júpiter (1907) –publicada en Gente Menuda–. Le caracterizaba un lenguaje muy personal, su capacidad para el detalle y un inteligente uso de un color fresco, vivo”.
Con un total de más de siete mil originales de Joaquín Xaudaró entre sus fondos, el Museo ABC rinde, hasta el 27 de mayo, homenaje al que fuera el dibujante español más popular de su tiempo, “del que siempre destacó su virtuosismo a la hora de poner en pie un retrato humorístico de las clases sociales de su tiempo exento de acritud (de ahí el título de la muestra)”, explica el comisario. En la exposición se muestra al público por primera vez casi 200 obras originales del artista en un recorrido cronológico dividido en tres grandes apartados: Los primeros años en Madrid, Los años de París y El éxito en Madrid.
Los primeros años en Madrid (1898-1908)
Como decíamos antes, su familia, de origen aragonés, se traslada desde Filipinas a Barcelona en 1883, ciudad en la que estudia en la Academia Trias y un poco más tarde comienza a colaborar de forma esporádica en publicaciones de la Ciudad Condal como Barcelona Cómica, La hormiga de oro o La Ilustración Ibérica. Tras su servicio militar, con 25 años, es cuando decide enfocar su carrera como dibujante de una manera profesional. De esta época datan sus colaboraciones para Blanco y Negro, Gedeón y ABC y es en estos años cuando Xaudaró va conformando su estilo y dejando atrás sus influencias, a la vez que afianza aún más su condición de destacado pionero de nuestra historieta, especialmente con sus relatos para las páginas del suplemento infantil Gente Menuda.
Los años de París (1908-1916)
Con su prestigio ya asentado en España, decide viajar a la capital francesa, epicentro de la vanguardia del dibujo, con el fin de hacerse un hueco entre los artistas parisinos. Allí permaneció siete años hasta que se produjo el estallido de la Gran Guerra. Durante ese periodo, publicó con varios de los mejores editores (Flammarion, Ollendorf, Mericaut o Garnier) y colocó sus obras en famosas cabeceras galas (Le Rire, L’Assiette au Beurre o Péle-Mêle) sin dejar de lado sus colaboraciones con la prensa española. Uno de sus álbumes más celebrados en aquellos días fue Les péripéties de l’aviation, que respondía a una de sus principales pasiones: la aeronáutica y quizá por esto las multitudes aparecen dibujadas como a “vista de aeroplano”, además, como comenta el comisario, Xaudaró afirmaba que durante su estancia en Francia había inventado un nuevo modelo de brújula para aviones.
Entre 1917 y 1921 realiza sus primeras películas de dibujos animados, La fórmula del Doctor Nap y Aventuras de Jim Trot, y, en 1930, Un discípulo de caco. En 1932, fundó junto al acuarelista Antonio Got (como productor), el humorista Ricardo García K-Hito, la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados). Tras su fallecimiento, se estrenó el corto Un drama en la costa que no tuvo apenas repercusión porque la crítica prefería para este medio dibujos más vanguardistas como los de Mihura, Bagaría o Tono.
El éxito en Madrid (1921-1933)
Tras el estadillo de la Primera Guerra Mundial abandona París y se traslada a Lleida, donde en 1916 se sabe que regentaba una academia en el primer piso del número 41 de la calle Mayor e impartía dibujo y técnicas de pintura. Xaudaró participa activamente en la vida social y cultural de la ciudad y le ofrecen la dirección del recién nacido Museo de Arte de Lleida, cargo que desempeñó interinamente desde 1917 a 1920, año en el que abandona la ciudad. Tras su paso también por Huesca, en 1921 regresa a Madrid y se incorpora de nuevo al ABC, esta vez como autor del chiste diario, que gracias a la presencia de un perrito y a la construcción de una estupenda tipología de sus contemporáneos, hará de él uno de los creadores más famosos de nuestra historia gráfica.
Es curioso que Xaudaró, al que no le gustaban los perros, decidiese incorporar para su chiste diario a un can junto a un hombre de larga barba negra al que como decía había visto en Luanco (Asturias). Tanta fama alcanzó el perrito que cuando no aparecía en el dibujo, los lectores le escribían para preguntarle por él u otros que querían cruzar a su perro con el suyo porque daban por supuesto que existía.
En 1933, año en el que fallecía de una bronquitis mal curada, Prensa Española editó un recopilatorio como homenaje.