Ochenta años en cincuenta fotografías

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Un libro de Signo Editores recorre la historia de esta disciplina artística en España, desde el fotoperiodismo, el retrato, el paisaje o la fotografía social a través de la mirada personal de Agustí Centelles, Cristina García Rodero, Fontcuberta, Chema Madoz o Cristina de Middel

Sofía, de once años, y su hermana pequeña salieron una mañana a por leña en Mozambique cuando una mina estalló bajo sus pies. Sofía perdió las dos piernas. Su hermana, la vida. Catorce años después, en 2007, Sofía tenía veinticinco años y dos hijos cuando Gervasio Sánchez la fotografió para su proyecto Vidas minadas, que había comenzado en 1998.

Esta imagen, la historia de sus protagonistas y el perfil del fotógrafo son una del medio centenar de piezas que componen el libro 50 fotografías con historia, que Signo Editores publicó recientemente. Los fotógrafos son todos españoles, la selección abarca ochenta años y cada una de las imágenes viene contextualizada también gráficamente con otras de la misma serie o que tienen un paralelismo icónico.

Fotografía de Sofía con sus dos hijos, serie Vidas minadas, por Gervasio Sánchez. Arriba, una doble página del libro con una fotografía de Cristina de Middel.

El libro, que no sigue una estructura cronológica o por escuelas, sino que traza un itinerario poético en el que las fotografías dialogan entre ellas y se remiten una a otras, es fruto de un equipo integrado por Félix Fuentes (diseño editorial y redacción de textos), José María Díaz Maroto (selección de autores y obras), Gonzalo Revidiego (coordinador editorial) y Cristina García y Esther Ginés (corrección de textos).

En la selección de autores, el aficionado reconocerá a casi todos los grandes del siglo XX y a muchos de los emergentes, sabrá de los diez años que pasó Carlos Pérez Siquier en la década de los cincuenta retratando a los vecinos de La Chanca en Almería, o el destino de Enó, el niño haitiano a quien Manuel Díaz Burgos siguió en 1993 mientras caminaba desnudo con una maleta por un camino que conducía al mísero batey que pocos de los turistas que visitan República Dominicana siquiera intuyen tras la fachada de los paradisiacos complejos hoteleros. En 2014, más de veinte años después, el fotógrafo regresó y supo que el camino que recorría Enó le había llevado, de momento, a una cárcel de la capital.

Enó, el niño haitiano que fotografió Manuel Díaz Burgos.

Otros relatos fotográficos son instantáneas que psicoanalizan un país entero. Lo hace Elisa González Miralles en su libro Wannabe, que estudia la inmovilidad social en la cultura japonesa, un país donde hay mujeres con aspecto de muñecas y muñecas con piel de silicona que parecen mujeres. Y así hasta medio centenar de perturbadores y fascinantes relatos, cada uno contenido en una sola, y bellísima, imagen.

Concebido para amantes de la fotografía, tanto profesionales como aficionados, este libro da voz a los trabajos de artistas heterogéneos y que analiza cuestiones como la rutina de trabajo del fotógrafo, el contexto histórico y social en que lo hizo o la relevancia que han tenido esas imágenes en su carrera.

Wannabe, por Elisa González Miralles.

En este libro se unen grandes nombres de la fotografía y se aborda desde el fotoperiodismo de autores como Enrique Meneses, Sandra Balsells, Chema Conesa, Agustí Centelles, Gervasio Sánchez o Marisa Flórez, al ejercicio del retrato realizado por nombres como Alberto Schommer o Pierre Gonnord, sin olvidar la fotografía más comprometida, como es el caso de Sofía Moro, o aquella que sirve para cuestionar los límites entre realidad y ficción, aspecto en el que trabajan con intensidad dos de los profesionales más originales de la actualidad, Cristina de Middel y Joan Fontcuberta.

Sergio Belinchón, Javier Vallhonrat, Isabel Muñoz, Cristina García Rodero, Eduardo Nave, Ouka Leele, Navia o Chema Madoz son otros de los nombres cuyas historias están presentes en este libro. Se trata de cincuenta reputados profesionales, quince de los cuales han recibido el Premio Nacional de Fotografía, entre otros galardones, y que han merecido los elogios de prensa y profesionales.

Fotografía de Ricardo Cases.

El libro cuenta con importante material adicional: carteles publicitarios, cubiertas de libros, hojas de contacto, etc., que ayuda a contextualizar tanto el trabajo del fotógrafo como el de sus coetáneos.

Isabel Muñoz afirmaba en la presentación del libro que se ha “formado como ser humano con la fotografía” y destacó que Danza khmer, la obra con la que participa en el libro, “tiene un valor sentimental importante para mí, es como un relicario y una reflexión sobre la injusticia que sufre mucha gente en el mundo”.

Por otra parte, Pierre Gonnord destacó “lo bonito que es que cada fotógrafo pueda dejar constancia de una emoción, de un momento íntimo, porque trabajamos con eso, con la emoción y la fragilidad de los seres humanos”. El autor explicó que la fotografía recoge “nuestras inquietudes y preocupaciones, y con ellas elaboramos un lenguaje que conforma la cultura visual, representada en este libro”.

Por su parte, Navia recordó que la fotografía “comparte con disciplinas como la literatura la misma materia prima: el tiempo, y que conecta con la memoria, un tema muy presente en 50 fotografías con historia”.  Al actuar sobre nuestra memoria, la fotografía “es un punto de partida magnífico para contar historias”, añadió.

50 fotografías con historia, VV AA, Signo Editores, Madrid, 2017, 256 págs., 29,95 €

 

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