El MAC de A Coruña acoge hasta el 1 de abril Testimonio, la primera gran exposición en España de esta pintora a la que le interesa la condición humana. Y lo hace a través unos retratos craquelados de gran formato, belleza y gran carga emocional de rostros y cuerpos lacerados por el tiempo y la vida. Además, la Fundació Vila Casas de Barcelona le dedica una gran retrospectiva que podrá verse hasta el 27 de mayo
Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961) nos comentaba en una entrevista que hemos publicado en Descubrir el Arte núm. 225 (ahora en los quioscos y en Orbyt o Kiosco y más) que sus obras son siempre ejercicios instrospectivos y análisis de la vida humana. “En todas mis obras hay un poco de mí porque si no fuera así no podría realizarlas. Yo diría que con mi trabajo estoy haciendo un gran retrato colectivo del que yo formo parte también”.
Una implicación que surge de la necesidad de comunicarse con el mundo a través de las formas y los colores porque a través de ellos intenta dar vida a las expresiones y los sentimientos. Y precisamente el trabajo que presenta ahora en el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC) de A Coruña, 76 obras de las que más de 40 son inéditas, es muy autobiográfico, es como si hubiese desnudado su alma y compartiese con nosotros lo más íntimo: lo que le conmueve, lo que le asusta, lo que le preocupa o lo que le hace feliz.
Célebre y muy cotizada en el circuito internacional por sus retratos craquelados, Lita Cabellut trabaja todos los géneros y disciplinas, desde escultura (en la muestra se pueden ver dos piezas), fotografía, instalación, vídeo, perfomance, poesía, ilustración y hasta escenografía y vestuario operístico (ha trabajado con la Fura del Baus en Asedio a Corintio, una ópera de Rossini que se presentó el pasado verano en el festival de Pésaro).
La artista siempre trabaja con temas o series que desglosa en varias obras, como en el caso de A Coruña donde presenta seis temas o capítulos que recorren distintos aspectos de la condición humana. Da la bienvenida al visitante, La mudez de la existencia, donde la artista da protagonismo a la vida, al tiempo, a la valentía, a la fragilidad humana que se refleja en unos torsos desnudos que hablan al espectador de su experiencia vital junto a una escultura, una vanitas, un jarrón con unas flores muertas, que representa el antebrazo, una metáfora que alude a los golpes que recibimos en la vida y cómo intentamos pararlos.
La siguiente sala, La verdad, es un diario íntimo, su día a día en el taller, los rastros que va dejando mientras hace su trabajo. Y literalmente se ha traído desde La Haya su estudio, un espacio donde, como ella dice, “mis monstruos se convierten en mis amigos”. Lita Cabellut quiere compartir con nosotros sus libros, sus rodillos, sus paletas, sus espátulas o sus pinceles porque al final la obra resultante es fruto de todos esos golpes de rodillo, ese trasladar la pintura e intentar entender el material porque como afirma “el artista necesita conocer el material para materializar sus sentimientos e ideas al igual que un escritor necesita el vocabulario para poderse comunicar”. Y quizá esta propuesta sea la puerta de entrada a un nuevo ciclo pictórico con planteamientos más abstractos y constructivos.
En la tercera sala, El silencio blanco, Cabellut utiliza la fotografía y el vídeo para hablarnos de la fragilidad de la infancia, de la rebelión de la inocencia frente a los deseos oscuros, la del silencio frente a la violencia o el abuso de poder de cualquier tipo, ya sea físico o sexual, que ejemplifica magistralmente en la figura de una niña que se ve “obligada a cargar con el silencio oscuro” (White of the Silence, 2014) en la inmensidad del espacio/mundo, porque como dice Cabellut “si permitimos la existencia de la violencia, solo nos quedará el vacío o la nada”. Es una sala que duele porque nos confronta con lo que muchas veces no queremos ver, por eso comenta que la ha vestido en blanco y negro, con poesía, y es que para la artista el dolor es necesario para que nuestra ética despierte.
El grito animal es una especie de reconocimiento a la juventud y su voluntad de cambiar el mundo. Y es que para la pintora solo de lo más auténtico y profundo, pero también de lo más incontrolado de la sociedad, “puede salir el grito que rompa los moldes que cautivan el progreso”. Esas figuras de jóvenes que se llaman Carlos, Miriam, Yerry, John, Daniel y tantos otros que rompen su anonimato, con vestimentas o faldones blancos velados, de cuyos cabellos salen brochazos negros y líneas gestuales que se retuercen, una especie de cuernos que son el símbolo de la sublevación o de la insurrección, un estado de alerta y el clamor de la insatisfacción.
En la penúltima sala, Los trapecistas de la ciudad, Lita Cabellut retrata a personajes que habitan en la noche, esa gente que para ella son los héroes de la calle, los “pájaros del Paraíso”, como ella los llama. Son unos acróbatas multicolores que rompen los límites y el horizonte de su propia vida y encierran su rebelión en los márgenes más oscuros de la ciudad. Su realismo, como en la sala anterior, adquiere tintes más expresionistas y pone especial acento en mostrar el estado psicológico en sus rostros.
Y con Las estrellas desnudas, Lita Cabellut se despide de nosotros con “la fuerza de la magia y la rotunda dictadura de los deseos”, unos retratos de figuras rutilantes (todos ellos realizados en 2017), para recordándonos que el ser humano tiene el poder de crear otros mundos y de lograr lo imposible. Todo un canto a la esperanza que ella simboliza en los magos que representan a esas personas que nos ayudan a conseguir cambiar nuestro destino.
Y es que la pintora sabe mucho sobre cambiar el futuro. De raza gitana, vivió en las calles del barrio Chino de Barcelona, con catorce años apenas sabía leer y escribir, tras la muerte de su abuela vivió en un orfanato de donde fue adoptada por una familia acomodada catalana. Con ellos visitó por primera vez el Museo del Prado. Al contemplar Las tres gracias de Rubens sintió una inmensa emoción: fue en ese instante cuando supo que con la pintura era posible cambiar la realidad creando otros mundos. Y a fe que lo ha conseguido, con su talento, su esfuerzo y su determinación como podemos comprobar tanto en esta exposición como en la retrospectiva que le dedica la Fundació Vila Casas de Barcelona.
Á.S.C.