Las pasiones humanas de Rodin: exaltación y tormento

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La Casa Garriga Nogués de la Fundación Mapfre de Barcelona acoge una exposición que invita al público a revivir la creación de un icono de la historia del arte: La puerta del Infierno del escultor francés a través de más de 150 obras –entre ellas 30 dibujos que pocas veces se han presentado al público y numerosas esculturas–. Hasta el 21 de enero

En un artículo que publicamos en el número 221 de DESCUBRIR EL ARTE, Marie-Claire Uberquoi sostiene que es innegable que la irrupción de Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) a finales del siglo XIX cambió radicalmente la historia de la escultura occidental. Creador polifacético, Rodin desempeñó un papel clave entre el arte clásico y el moderno porque, según la opinión de sus contemporáneos, “fue él quien devolvió la vida a la escultura”.

Sobre estas líneas, El Beso, 1881-82, yeso (h. 1885), 86 x 51,5 x 55,5 cm. Arriba, Ugolino y sus hijos, 1881-82, yeso, 41 x 39,1 x 60,9 cm. Todas las piezas de Auguste Rodin, procedentes del Museo Rodin (París).

En su testamento artístico, dictado en 1911 a Paul Gsell para ser publicado después de su muerte, el gran escultor francés recordaba una de sus firmes convicciones: “Ser hombre antes de ser artista”. Como su admirado Miguel Ángel, Rodin “utilizó el vocabulario del cuerpo para evocar las pasiones humanas y lo hizo mediante un lenguaje envuelto en una sensualidad hasta entonces inédita”, añade Uberquoi.

Ugolino y sus hijos, primer día, h. 1884, papel cuadriculado, aguada de tinta, guache, pluma-tinta, lápiz de grafito. 19,2 x 12 cm.

Enfrentado a los “convencionalismos académicos de su tiempo, revolucionó la práctica de la escultura inventando procedimientos totalmente innovadores que constituyen la esencia de su creación. Concedió mucha importancia al dibujo (como puede verse en esta muestra) y recurrió a técnicas como la fragmentación y el ensamblaje. Pionero en incorporar la fotografía a su proceso de trabajo, Rodin se singularizó por el deseo de conferir a sus obras un aspecto intencionadamente inacabado, como si la escultura tuviese vida propia”.

Torso de El hombre que cae o Torso de hombre Luis XIV (modelo grande), 1904, yeso, 116 x 71,4 x 50,7 cm.

Biografía

El artista inicia su formación artística junto al profesor Horace Lecoq de Boisabaudran en el Petite École del Barrio Latino de París, donde se ejercita en el aprendizaje de las artes decorativas en sesiones de dibujo en las salas de Antigüedades del Museo del Louvre.

Quizá motivado por su deseo de romper los convencionalismos académicos, como afirma más arriba Uberquoi, Rodin suspende durante tres años consecutivos el examen de acceso a la Escuela de Bellas Artes. Así, decide abandonar la formación académica para explorar libremente la práctica de la escultura. Su primera pieza conservada está datada en 1860 y es un busto de su padre Jean-Baptiste Rodin.

Paolo y Francesca en las nubes, 1904, mármol (tallado por F. Garnier/L. Mathet, 1903-1904), 65,5 x 70 x 55 cm.

En estas fechas trabaja en el taller de su maestro y amigo Albert-Ernest Carrier-Belleuse. Al año siguiente, El hombre de la nariz rota es rechazado en el Salón de París, si bien recibe críticas muy elogiosas. En 1873, tras ser eximido de acudir al frente durante la guerra francoprusiana por su miopía, participa por primera vez en una exposición internacional en Londres. Viaja a Italia, donde conoce la escultura de Miguel Ángel y Donatello. Tras la polémica presentación de La edad de Bronce (1877) en el Cercle Artistique et Littéraire de Bruselas –fue acusado de haberla realizado a partir de un vaciado del natural–, el Estado francés compra la pieza en 1880, momento en el que comienza el ascenso del artista.

Sombra sobre una roca, h. 1880, cartulina, papel, aguada de tinta, guache, lápiz de grafito, 6 x 17,5 cm.

En 1880 recibe el encargo de La puerta del infierno, analizado más adelante. En esa época (1883) conoce a Camille Claudel, quien se convierte en su discípula y con la que inicia una relación que durará más de diez años. En 1885 recibe el encargo de realizar una escultura conmemorativa del sitio de Calais, que será el famoso Monumento a los burgueses de Calais.

Rodin también realizó numerosos retratos, en los que trató de reflejar los estados de ánimo de los retratados; entre ellos, sobresalen los de cuerpo entero de Honoré de Balzac y Victor Hugo, así como del pintor Jules Bastien-Lepage. Esculpió bustos de los artistas franceses Carrier-Belleuse o Puvis de Chavannes.

La Desesperación, h. 1881-1885, terracota sobre pedestal de madera, 4,5 x 15 x 19,9 cm.

El artista legó su obra y sus colecciones al Estado francés. En 1919, dos años después de su muerte, el Museé Rodin de París abrió sus puertas por primera vez al público.

De la Divina Comedia de Dante a Las flores del mal de Baudelaire

La exposición El Infierno según Rodin invita al público a revivir la creación de un icono de la historia del arte: La puerta del Infierno, que tuvo una importante influencia en la evolución de la escultura y de las artes en el siglo XX. A través de más de 150 obras ­–entre ellas 30 dibujos que pocas veces se han presentado al público y numerosas esculturas restauradas para la exposición–, el visitante podrá sumergirse en la historia fascinante de esta obra maestra en la que Rodin recreó una visión espectacular del Infierno, llena de exaltación y de tormentos.

Vista de una de las salas de la exposición en la Casa Garriga Nogués, Fundación Mapfre, Barcelona.

La puerta del Infierno es la obra central que atraviesa toda la carrera de Rodin. En 1880, siendo todavía un artista poco conocido, el escultor recibe del Estado francés el encargo de diseñar una puerta monumental destinada a un futuro museo de artes decorativas. Durante cerca de diez años se entrega a la tarea con pasión, inspirándose primero en la Divina comedia de Dante Alighieri y después, cada vez más, en Las flores del mal de Charles Baudelaire. Trabajando tanto la dimensión arquitectónica de la Puerta (bajorrelieves, pilastras, elementos decorativos) como los personajes que se encuentran en su superficie, Rodin crea formas inéditas para expresar las pasiones humanas.

El Pensador sobre elemento de capitel, 1881-88, yeso untado con desmoldante (h. 1922-25), 100 x 55 x 55 cm.

Los numerosos grupos de figuras de condenados que Rodin dibuja, modela y junta constituyen un verdadero repertorio de formas, que el artista reutilizará hasta el final de su carrera, con una inventiva siempre renovada. Muchas de sus obras más conocidas proceden de este ímpetu que propulsa a Rodin al primer plano de la escena artística, empezando por El pensador, El beso, Ugolino, Danaide y Las tres sombras. La lectura de La puerta del Infierno arroja luz sobre toda la obra de Rodin. En ella se condensan sus indagaciones estilísticas, y es el punto de partida de muchas variantes, realizadas con sus técnicas preferidas: fragmentación, reunión, ampliación, reducción, repetición…

Tímpano de La puerta del infierno, 1888-89, yeso (h. 1917), 128,5 x 258 x 86 cm.

Rodin, fascinado por el cuerpo (dolorido, violento o erótico), dibuja, modela y retoca sin cesar sus creaciones anteriores para captar y expresar todos los arrebatos del alma. La presentación excepcional de muchos dibujos, a menudo con anotaciones de Rodin, mostrará esta indagación de la composición y el movimiento.

Las Metamorfosis de Ovidio, antes de 1889, yeso (h. 1917), 89,5 x 69,3 x 54,2 cm.

La puerta del Infierno ocupa un lugar preponderante en la obra de Rodin. Lo que al principio no era más que un encargo discreto y relativamente modesto no tardó en convertirse en el proyecto más grande de su carrera. La Puerta fue un crisol donde el artista mezcló cientos de figuras y grupos, creados en pocos años, pero también una reserva de donde extrajo, hasta su muerte, la materia prima de gran parte de su creación.

Segunda maqueta de La puerta del Infierno, 1880, yeso, 16,9 x 14,1 x 2,8 cm.

La exposición presenta cerca de 150 obras: unas 100 esculturas, 30 dibujos y varias fotografías antiguas. La mayoría de las obras proceden de las nutridas colecciones del Museo Rodin (París), fruto de las donaciones que hizo el artista al Estado hace exactamente un siglo, y de dos préstamos de colecciones particulares.

Andrómeda, h. 1882-85, mármol (antes de 1889), 26 x 30 x 21 cm

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