Una exposición en el Palacio Strozzi de Florencia redescubre una generación de notables autores a la vez que reflexiona sobre el papel del mecenazgo en el esplendor de la capital toscana, el vínculo entre arte y poder y entre lo sacro y lo profano. Un total de 70 obras entre pinturas y esculturas de artistas como Miguel Ángel, Pontormo, Rosso Fiorentino o Bronzino. Hasta el 21 de enero.
Entre Miguel Ángel, Jacopo Pontormo y Giambologna se desarrolló en Florencia una época extraordinaria culturalmente hablando, desde la “manera moderna” y la Contrarreforma, entre el mecenazgo de los Médici y de la Iglesia. Ahora, una exposición en la capital toscana repasa esta época de esplendor, y lo hace a través de más de setenta obras entre pinturas y esculturas de extraordinaria calidad, entre las cuales hay que destacar el caso de 17 piezas que han sido esmeradamente restauradas para esta muestra. VER VÍDEO
Una galería de bellezas artísticas que se abre con dos auténticas obras maestras como la Piedad de Luco del pintor “sin errores” Andrea del Sarto y el Dios fluvial del divino Miguel Ángel y que ha vuelto a todo su esplendor gracias a la restauración, referencias fundamentales para todos los artistas del siglo XVI. La mitad de la muestra está dedica a novedosas comparaciones entre obras de diferentes artistas, como el Descendimiento de Santa Felicita, la absoluta obra maestra de Pontormo que revaloriza el manierismo; el Descendimiento de la cruz de Volterra, entre las obras más admiradas de Rosso Fiorentino, y El Cristo descendido de Bronzino, el retablo original de la Capilla de Eleonora de Toledo en sus estancias en el Palazzo Vecchio, reunidos para deslumbrar con su extraordinaria belleza.
Mientras la segunda mitad del Quinientos prosigue con un coro de estilos representados por grandes artistas, como Giorgio Vasari, Jacopo Zucchi, Santi di Tito, Vincenzo Danti, Alessandro Allori y el maravilloso escultor Giambologna, presente con sus bronces, por citar algunos de los que intervinieron en el encargo del pequeño Estudio de Francisco I de Médici en el Palazzo Vecchio, en la Tribuna de los Uffizi o en la nueva decoración de las iglesias florentinas tras las reformas del Concilio de Trento en el ámbito artístico.
De hecho, el proyecto de la exposición preveía desde sus inicios contar con numerosos y célebres retablos, desde los años inmediatamente sucesivos a la fractura transalpina, provocada por la publicación de las tesis luteranas, hasta los realizados ya durante la Contrarreforma. Se trataba obviamente de tablas instaladas en los altares de los templos de la diócesis de Florencia, cuando precisamente en plena Contrarreforma estos retablos eran utilizados como verdaderas vías de comunicación didáctica, al transmitir gran claridad descriptiva en la representación de las historias sagradas.
Así pues, la ocasión se ofrece como una reflexión renovada de los conocimientos religiosos, como afirma el cardenal Betori, arzobispo Metropolita de Florencia: “Espero que cuantos, a través de esta exposición, puedan enriquecer sus conocimientos sobre la Florencia del Quinientos capten un mejor conocimiento de los contenidos del arte en general y de los religiosos en especial, y lleguen a apreciar el significado de nuestro arte y de nuestra historia”.
Este nuevo proyecto histórico-artístico que engloba una época y una ciudad de trascendental relevancia se inicia a partir de los grandes maestros, fuentes indiscutibles para las futuras generaciones, y nos conduce a lo largo del siglo XVI y acaba en sus años finales. El contenido permite comparar unas pinturas, que jamás se habían mostrados juntas hasta ahora, a excepción de los manuales de historia del arte, como los conmovedores Descendimientos de Pontormo y de Rosso Fiorentino.
En la muestra se pone el acento en la figura del granduque Francesco –el fascinante príncipe-alquimista–, fundamental en el ámbito de la muestra, ya que difundió una cultura muy innovadora, destinada a indagar en los sectores científicos y la relación entre arte y naturaleza, cada vez más actual.
Tras los éxitos obtenidos con el mejor arte contemporáneo, la plataforma del Palazzo Strozzi se acerca al mejor pasado con un corte nuevo y experimental, no sólo para homenajear a Florencia y su prestigioso papel en la historia sino también para redescubrir una generación de notables autores y un período artístico a la vez que se reflexiona sobre el papel del mecenazgo en este esplendor, sobre el vínculo entre arte y poder y entre lo sacro y lo profano, según los nuevos dictámenes tridentinos. Aquéllos que conllevaron una profunda remeditación de los modelos, de las iconografías y de las enseñanzas de los grandes maestros en la primera parte del siglo XVI, dando ulterior valor al patrimonio histórico-artístico.
Cabe recordar que fue en 1940, cuando la importante familia de banqueros, Strozzi, vendió este magnífico palacio renacentista destinado a sede expositiva, que se inauguró con una gran exposición centrada en el siglo XVI toscano, un capítulo fundamental de la historia del arte.
Carmen del VANDO BLANCO