Se abre al público el templo que el emperador Adriano dedicó a la madre de su esposa, Vibia Sabina, y a la que divinizó en el año 119. Los restos fueron descubiertos en 2005 en el transcurso de las obras de restauración del Hospicio de los Huérfanos del siglo XVI, situado al lado de la iglesia de Santa Maria en Aquiro
Para Roma, se trata del mayor descubrimiento arqueológico del nuevo milenio: el templo que el emperador Adriano dedicó a Salonina Matidia, madre de su mujer Vibia Sabina, y probablemente el único templo del mundo dedicado a una suegra –por claros motivos dinásticos– con los epítetos de “amadísima, castísima y suma pulcra”. De hecho, Matidia, que era sobrina de Trajano, garantizaba para Adriano su ligamen dinástico con la familia imperial. Éste último la divinizó en el año 119.
En realidad, se sabía de la existencia en el área de Campo Marzio desde hacía siglos de un Templum Matidiae de dimensiones monumentales, en base a los pequeños indicios hallados en el callejón de la Espada de Orlando –el paladín de Carlo Magno que habría intentado destruir su espada para evitar que cayera en manos de los sarracenos, lanzando un poderoso sablazo contra una columna perteneciente al templo– pero tanto los historiadores como los arqueólogos no habían logrado descubrir la exacta colocación de la basílica.
Hasta que en 2005, el templum fue encontrado en la céntrica plaza romana Capranica, a 5 metros bajo el nivel de la calle, gracias a la restauración del antiguo Hospicio de los Huérfanos del siglo XVI, anejo a la iglesia de Santa Maria en Aquiro, alquilado por el Senado para alojar parte de sus oficinas. Y ocurrió que durante las obras de consolidación de los cimientos, salieron a la luz una escalinata y seis columnas, previsiblemente los restos del Porticus Matidiae, es decir la parte frontal templo.
Tras una larga restauración –siempre en colaboración con la Superintendencia Arqueológica de Roma– en los subterráneos del palacio de Santa María en Aquiro ahora es posible admirar un emotivo retazo de aquella monumental edificación, dotado de las grandes bases de las columnas y la escalinata del templo, así como parte del peristilio y de la pavimentación original, que conservan restos de los antiguos colores. Y en una planta más inferior existe una plataforma de palafita datable entre el año 50 a.C. y 70 d.C.
Salonina Matidia (68-119 d.C.) de la dinastía Antoniniana, fue una de las figuras más importantes del imperio romano, citada incluso en las Memorias de Adriano por Marguerite Yourcenar, por la que denotaba cierta antipatía. Pues bien, esta mujer tuvo los destinos del imperio en sus manos, como sobrina de Trajano y suegra de Adriano, así como abuela de la mujer de Antonino Pío (sucesor de Adriano) a lo largo de tres dinastías imperiales. Dotada de buen aspecto, exaltado por el mismo Adriano en su oración fúnebre. A la edad de trece o catorce años se casó con Lucius Vibius Sabinus, perteneciente a una potente familia de rango consular, pariente del legado en la Hispania Citerior. En el año 84 tuvo una hija, Vibia Sabina, futura esposa del emperador Adriano, y perdió a su marido. Convertida en madre y viuda, se casó dos veces más y tuvo otras hijas, entre ellas, la futura abuela de Marco Aurelio, Rupilla Faustina.
Se narra que Matidia habría seguido a su tío Trajano a los campos de batalla, no para combatir, claro está, sino para sostenerlo y aconsejarlo. Indujo a Adriano a tomar por esposa a su hija Vibia, cuando ésta contaba solamente doce años. Sabido es que la homosexualidad en general –y la de Adriano en particular con predilección hacia los efebos–, no estaba considerada incorrecta por los romanos, a condición de que el individuo en cuestión pudiese maridarse y generar descendencia.
Matidia se mereció un importante papel en el período de los cinco emperadores de oro: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Por añadidura, a la Augusta Matidia respetada por todos, en 117, se le asignó el honor de colocar las cenizas de Trajano a los pies de la célebre columna que lleva su nombre en Roma Y riquísima como era, supo utilizar su dinero en numerosas obras públicas, que la recordaron con su retrato y su nombre. Por lo que fue muy querida también por su pueblo.
Hasta en la historia, vale el dicho cherchez la femme…
Carmen del VANDO BLANCO