Una exposición desde el 4 de abril y hasta el 10 de septiembre en el Museo del Prado muestra una selección de las mejores piezas de la Hispanic Society of America, el museo que fundó este coleccionista neoyorquino, con la idea de contribuir a los estudios hispánicos. Comisariada por Mitchell A. Codding y Miguel Falomir, esta muestra exhibe piezas arqueológicas, escultura romana, cerámicas, vidrio, textiles, arte islámico y medieval, obras del Siglo de Oro, arte colonial y del siglo XIX latinoamericano y pintura hispana de los siglos XIX y XX, entre ellas La Duquesa de Alba de Goya o Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares de Velázquez
Desde la década de 1890 hasta la de 1920, Archer Huntington (1870-1955) dedicó su vida y los recursos familiares a crear una de las mejores colecciones de arte español del mundo. Fue un personaje verdaderamente único en la historia del coleccionismo en Norteamérica porque a diferencia de otros destacados coleccionistas de la “Edad de Oro” de los Estados Unidos, para Huntington no era solamente un pasatiempo, sino una ocupación. Desde que comenzó a reunir piezas para su colección lo hizo con la idea de fundar un museo que mostrase el arte hispánico al pueblo estadounidense, una idea que fructificó en 1904 cuando el coleccionista y filántropo fundó la Hispanic Society of America, el “Museo español”, y que abrió sus puertas en 1908 en Audubon Terrace, en el Alto Manhattan, Broadway, entre las calles 155 y 156.
Más de un siglo después de su fundación, la Hispanic Society of America continúa reflejando la visión de Archer Milton Huntington y sus colecciones no tienen parangón, en términos de alcance y calidad, con ninguna otra fuera de España. Están presentes todas las facetas del arte, la literatura y la cultura de España, Portugal, Latinoamérica y Filipinas hasta comienzos del siglo XX. El interés de Huntington por la cultura hispana queda claro si tenemos en cuenta que a su fallecimiento en 1955, bajo su tutela el Hispanic Society había publicado más de 200 monografías, en las que habían participado tanto los conservadores del museo como otros especialistas de gran prestigio internacional, y gracias a su mecenazgo un cuantioso número de hispanistas pudieron desarrollar su trabajo de investigación.
Por su contribución al fomento de los estudios hispanos, Huntington recibió el título de doctor honoris causa por las universidades de Harvard, Yale, Columbia y Madrid, fue elegido miembro de las principales academias nacionales de América Latina, patrono de numerosos museos españoles como el Museo del Romanticismo, el Instituto Valencia de Don Juan, el Museo Sorolla y el Museo Nacional de Arte Moderno y desempeñó un papel decisivo en la fundación de la Casa del Greco y la Casa de Cervantes en España.
Hijo único de Collis Potter Huntington (1821-1900), uno de los hombres más ricos de EE UU, que había amasado una gran fortuna con la construcción de las líneas de ferrocarril Central Pacific Railroad y Southern Pacific Railroad y con los astilleros Newport News Shipbuilding and Drydock Company, Archer Huntington ocultaba con celo desde muy joven su vida privada y sus finanzas, por lo que para conocer el porqué de su precoz fascinación por el mundo hispánico o cómo reunió su colección, solo es posible hacerlo leyendo sus diarios y la abultada correspondencia que mantuvo con su más íntima amiga y confidente, su madre, Arabella Duval Huntington, donde podemos leer que su fascinación por el arte hispánico comenzó cuando viajó por primera vez a España en 1892.
El verdadero nombre del mecenas era Archer Milton Worsham, pero adoptó el apellido Huntington en 1884, cuando su madre, Arabella Duval Yarrington Worsham, contrajo matrimonio con Collis Potter Huntington. El interés de Huntington por el arte está muy relacionado con su madre, que tras su segundo matrimonio con el magnate de los ferrocarriles, comenzó a adquirir pinturas de los grandes maestros clásicos holandeses, retratos ingleses del siglo XVIII y artes decorativas de la Francia dieciochesca. Fue una de las colecciones de arte más importantes de comienzos del siglo XX, con obras como Aristóteles con un busto de Homero, de Rembrandt; Mujer con laúd, de Johannes Vermeer; El joven azul, de Thomas Gainsborough, y Sarah Siddons como musa de la Tragedia, de Joshua Reynolds. Tras la muerte de su madre en 1924, la mayoría de las colecciones de Collis y Arabella Huntington fueron donadas a diversos museos, como el Metropolitan Museum of Art, el California Palace of the Legion of Honor de San Francisco y The Huntington Library, Art Collections and Botanical Gardens.
Así, tanto en su entorno familiar como en su educación nada presagiaba que Huntington acabaría convirtiéndose en un experto en arte hispano, en el colegio aprendió griego y latín, historia y literatura inglesas y en casa, cultivaba lecturas de historia de Francia junto con su madre, que se había convertido en una experta en las artes y las letras francesas. Su primer contacto con la lengua española tuvo lugar a finales de la década de 1870 con los mexicanos que trabajaban en el rancho de su tía, Emma J. Yarrington Warnken, cerca de San Marcos (Texas). Pero como comenta Mitchell A. Codding, director de la Hispanic Society of America, en su ensayo del catálogo de esta exposición del Prado, fue la obra Los Zincali (los gitanos de España) de George Borrow (1841), que compro en Londres durante su primer viaje a Europa en 1882 con solo doce años, la que “prendió la llama de su gran pasión por España y por la cultura hispánica”. En ese viaje visitó la National Gallery y el Louvre, experiencias que inspirarían en él un profundo amor por el arte y los museos. Tras su visita a la National Gallery el 12 de julio, escribió en su diario: “Estuve leyendo el catálogo hasta que ya no veía nada y luego me fui a la cama. No creo que haya una cosa tan espléndida como un museo. Me gustaría vivir en uno”, hay que recordar que esto lo escribía un chico que solo tenía doce años. Y dicho y hecho, dos años más tarde, en Nueva York, tomaba forma su primer “museo”: el arte que recortaba de periódicos y revistas y exhibía en siete pequeñas cajas de madera convertidas en “galerías”.
Pero volviendo a su interés por la cultura hispana, Huntington comenzó a aprender español con catorce años en casa con una profesora particular de Valladolid a la que “engatusaba para que le contara cosas sobre su ciudad natal y sobre España”, comenta Mitchell A. Codding.
En marzo de 1889 viajó a México junto a sus padres, donde asistió a una cena de gala ofrecida por el presidente Porfirio Díaz en el castillo de Chapultepec y, fue precisamente allí donde tomó la decisión de crear un “museo español”. En diciembre de ese mismo, su padre le ofreció la dirección de los astilleros familiares, lo que le planteó la disyuntiva de tener que decidir entre el mundo empresarial o el artístico. Al final anunció a su familia su intención de fundar un museo y así en enero de 1890, Huntington y dijo adiós a las oficinas de los astilleros.
Ya “oficialmente” comprometido con los estudios hispánicos y con su museo, Huntington comenzó a catalogar su biblioteca en español, que en febrero de 1890 contaba con casi dos mil volúmenes. Y el 8 de noviembre de 1890, escribió a su madre: “Estoy trabajando en nuevos planes para un museo que te divertirán. Me gustaría saber cuánto espacio de las paredes se desaprovecha en ventanas en los museos de EE UU. Las ventanas de un museo de arte deberían ser pinturas”. Su decisión de fundar un museo dedicado al arte hispano no fue entendido por personalidades del mundo del arte estadounidense, como Morris Ketchum Jesup, el banquero y presidente del American Museum of Natural History, que criticó su deseo de estudiar una civilización que él consideraba “muerta y acabada”.
Huntington pasó la mayor parte de 1891 inmerso en clases intensivas de árabe con un profesor particular, porque para él lo árabe también formaba parte de su amplio programa de estudios hispánicos. En junio de 1892, Huntington viajó por primera vez a España junto a un asistente académico remunerado, el profesor William I. Knapp, de la Universidad de Yale. Las experiencias e impresiones de este primer viaje a España fueron registradas por Huntington con sumo detalle en las cartas que escribió a su madre, que cinco años más tarde, cuidadosamente expurgadas, se convirtieron en A Note Book in Northern Spain. En el verano de 1895, Huntington se casó en Londres con su prima Helen Gates Criss y en la primavera de 1896 regresó a España, donde adquirió numerosos libros y manuscritos para su biblioteca.
En febrero de 1897, su padre regaló a la pareja la propiedad Pleasance, ubicada en Baychester, en la zona este del Bronx, y tres pinturas españolas, el retrato realizado por Antonio Moro de Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, de 1549, acompañado por sendos retratos de Felipe IV e Isabel de Borbón atribuidos a Claudio Coello. Los retratos, comprados a Durand-Ruel en París en 1889, marcaron el comienzo de la futura colección de pintura de la Hispanic Society.
Recién publicado su primer tomo del Cantar del Mío Cid, Huntington viajó al sur de España en 1898, en este caso su interés estaba centrado en los libros y la arqueología: la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros en Sevilla (que finalmente adquirió cuatro años más tarde) y la ciudad romana de Itálica, donde al enterarse que el arqueólogo francés Arthur Engel había abandonado las excavaciones decidió arrendar el solar e inició en enero de 1898 sus propias excavaciones. Las piezas que descubrió en Itálica junto a las que adquirió más tarde de las excavaciones de George Bonsor en Carmona fueron el núcleo de su colección arqueológica.
A la muerte de su padre en 1990, pudo dar el impulso definitivo a su “museo” al heredar el capital necesario para poder adquirir obras de arte de notables maestros españoles: Murillo, Velázquez, Goya o el Greco, ya que su idea era reunir los mejores ejemplos de los principales periodos, escuelas y artistas de arte español.
El 18 de mayo de 1904, con terrenos adquiridos en el Alto Manhattan y una dotación inicial ya asignada, Archer Huntington formalizó el acta fundacional de una biblioteca y museo español de carácter público que se llamaría The Hispanic Society of America. El objeto de la entidad sería el “fomento del estudio de las lenguas, la literatura y la historia españolas y portuguesas”. En poco más de un año, el edificio estaba construido, aunque se tardarían dos años más para tener lista la disposición meticulosa de las colecciones, todo ello bajo la supervisión directa del propio Huntington. Y, finalmente, el 20 de enero de 1908, el museo fue inaugurado, la colección había casi duplicado el número de obras, entre ellas la excepcional Duquesa de Alba, de Goya, que Huntington había adquirido en 1906 a Gimpel & Wildenstein en París. A partir de entones, el coleccionista siguió incrementando las colecciones de este museo.
A su muerte en 1955, además del legado económico de su testamento, “el último obsequio de Huntington fue un tesoro oculto de dibujos, manuscritos y libros raros que había reservado para sí mismo a lo largo de los años en una cámara privada ubicada en la propia Hispanic Society”, explica Mitchell A. Codding.
A día de hoy, el museo posee más de 18.000 piezas, que abarcan desde el paleolítico hasta el siglo XX, y una de las mejores bibliotecas del mundo: más de 250.000 manuscritos y 35.000 libros raros, entre los que se encuentran 250 incunables. En resumen, no hay ninguna institución en el mundo, incluyendo España, que permita por sí sola un recorrido tan completo por nuestra historia, arte y cultura.
En resumen, para Mitchell A. Codding, el mayor legado de Archer Huntington a los estudios hispánicos sigue siendo la propia Hispanic Society, con las inestimables colecciones de su museo y su biblioteca. “En la actualidad, su ‘museo español’ no solo constituye un recurso esencial para el estudio de la cultura hispánica en todas sus variadas manifestaciones, sino que además, a través de sus vastas colecciones, ofrece ilimitadas oportunidades para la investigación a futuras generaciones de estudiosos. En este sentido, tal y como Huntington especulara en una carta de 1920 dirigida a su madre, su mayor contribución al hispanismo fue, sin duda, ‘preparar el camino para otros’”.
A partir del 4 de abril y hasta el 10 de septiembre, el público tendrá la oportunidad de disfrutar de una selección de las mejores piezas venidas desde el museo neoyorquino en el Prado en la exposición Tesoros de la Hispanic Society of America, comisariada por Mitchell A. Codding junto a Miguel Falomir, nuevo director de la pinacoteca nacional, y patrocinada por la Fundación BBVA. Desde piezas arqueológicas, escultura romana, cerámicas, vidrios, muebles, tejidos, metalistería, arte islámico y medieval, obras del Siglo de Oro, arte colonial y del siglo XIX latinoamericano y pintura hispana de los siglos XIX y XX se muestran en un recorrido cronológico y temático donde la pintura española, con obras tan relevantes como La Duquesa de Alba de Goya o Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares de Velázquez, entabla un enriquecedor diálogo con las colecciones del Prado.
En el próximo número de mayo de DESCUBRIR EL ARTE, el especialista Luis Reyes escribe sobre esta colección y la exposición del Museo del Prado.
Que magnífico mecenas Milton Archer Huntington ! Un enamorado de España, su lengua y su cultura. Con la creación del Hispanic Society of Amèrica quiso dejar constancia de su interés y admiración por este gran país que es España.