Una retrospectiva dedicada al artista holandés reabre el Palacio Gaviria como centro expositivo de la empresa italiana Arthemisia Group en Madrid. Un proyecto comisariado por Federico Giudiceandrea en el que se muestran más de 200 obras, incluidas algunas de las más relevantes de su carrera, como Mano con esfera reflectante, Relatividad o Belvedere, además se incluyen experimentos científicos, recursos educativos y áreas de juego. Hasta el 25 de junio
Maurits Cornelis Escher (Leeuwarden, 17 de junio de 1898-Laren, 27 de marzo de 1972) fue un prolífico artista gráfico –se calcula que su producción ascendió a más de 4.000 litografías y grabados en madera y unos 2.000 dibujos y borradores– que alcanzó tanta fama, que de algunas de sus obras se hicieron miles de reproducciones y, tras su muerte, las creaciones más populares de su legado se vendieron masivamente. Además de artista gráfico, Escher realizó ilustraciones para libros, diseñó tapices, sellos postales y murales. Sus figuras imposibles, mundos imaginarios y fondos reticulados con diversos patrones se han utilizado en infinidad de portadas de revistas y libros o en campañas publicitarias.
Escher se matriculó en 1919 en la Escuela de Arquitectura y Artes Decorativas de Haarlem, tras fracasar en los exámenes de la escuela secundaria. Poco tiempo después decidió abandonar sus estudios de arquitectura, un deseo más paterno que propio, para centrarse en el arte gráfico. En esta decisión tuvo mucho que ver el profesor Samuel Jessurun de Mesquita, que al ver los dibujos de Escher le animó a que continuase en esta senda artística. Con este profesor aprendió la técnica de la xilografía, un conocimiento que sumó a las grabaciones en linóleo.
Al finalizar sus estudios viajó a Italia donde conoció a su esposa Jetta Umiker, con quien se casó en 1924. Se establecieron en Roma hasta 1935 y durante los once años que permanecieron en el país, Escher viajó por toda la península itálica para tomar apuntes y realizar bocetos desde lo alto de paisajes y pueblos que terminarían materializándose en litografías y/o grabados en madera, como, por ejemplo, San Gimignano, Atrani o Templo de Segesta, el fondo en la litografía Caída o los árboles que Escher utilizó en su grabado Pineta de Calvi, que hizo en 1932. Esta etapa italiana estuvo marcada también en cierta forma por el divisionismo.
En 1922 Escher visitó también Madrid, Toledo y Granada, de esta última ciudad le impresionó tan profundamente el palacio de la Alhambra que volvió de nuevo en 1937 para poder ver más detenidamente las decoraciones de este palacio musulmán. Como el artista gráfico comentó en varias ocasiones, aprendió mucho contemplando esos dibujos que se repetían siguiendo unos patrones matemáticos por techos y paredes y que tuvieron una gran influencias en muchos de sus trabajos, sobre todo en esos que parece como si Escher quisiese acotar el infinito en el papel y que son los relacionados con la partición regular del plano y el uso de patrones que rellenan el espacio sin dejar ningún hueco. El artista holandés intentó trasladar esas figuras geométricas de los arquitectos nazaríes a elementos naturales, como libélulas, pájaros o escarabajos, y lo consiguió con el teselado hiperbólico, como en su obras de la serie Círculo límite. Para Federico Giudiceandrea, comisario de esta retrospectiva, la visita de Escher a la Alhambra «cambió radicalmente su pintura, dejó los paisajes por los interiores y su obra se volvió más intelectual».
Con la Segunda Guerra Mundial, el artista se estableció en Baarn, Países Bajos, donde vivió hasta 1970. Sus dos últimos años los pasó en la Casa Rosa Spier de Laren (al norte de los Países Bajos). Si al principio del artículo decíamos que Escher consiguió gran fama en vida; sin embargo, el triunfo le llegó ya mayor, hasta los cincuenta años dependía todavía económicamente de sus padres porque apenas vendía unos pocos grabados. En su caso, su «descubrimiento» no fue gracias a un marchante como suele ser habitual en los artistas, sino a un grupo de matemáticos y científicos que le organizaron su primera exposición en Ámsterdam en 1954, una muestra que dejaría una gran huella en muchos arquitectos que se sintieron inspirados por el trabajo de Escher.
En este año que se cumplen los cuarenta y cinco años de su muerte, una retrospectiva en el Palacio Gaviria de Madrid dedicada al artista holandés exhibe más de 200 obras, incluidas algunas de las más relevantes de su carrera, como su autorretrato Mano con esfera reflectante, Relatividad o Belvedere, organizada por Arthemisia Group en colaboración con la M. C. Escher Foundation y el comisariado de Federico Giudiceandrea, coleccionista y experto en el creador holandés.
En la exposición se incluyen también experimentos científicos, recursos educativos y áreas de juego que ayudarán a los visitantes a comprender las perspectivas imposibles o las imágenes desconcertantes de Escher y a descubrir «leyes visualmente engañosas como la continuidad, la de lo lleno y lo vacío o la de los espacios cóncavos y convexos», añade Giudiceandrea.
Con esta retrospectiva, el Palacio Gaviria reabre sus puertas, después de permanecer cerrado durante años, como nuevo espacio expositivo de la empresa italiana Arthemisia Group en la capital. Todo un valor añadido al ya importante hecho de poder disfrutar de nuevo de este palacio de estilo neorrenacentista, obra del arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel, que lo construyó entre 1846 y 1847 por encargo del banquero Manuel Gaviria y Douza, marqués de Gaviria, y entre cuyos elementos más valiosos se encuentran la escalera balaustrada y los frescos de Joaquín Espalter y Rull.