Una exposición en el Museo Van Gogh de Ámsterdam reivindica la figura de este pintor francés como uno de los más importantes paisajistas del siglo XIX, y hace hincapié en su crucial papel como fundador de esta corriente artística gracias a su innovadora técnica pictórica. Hasta el 29 de enero
Charles François Daubigny (París, 1817-1878) nació en una familia de artistas, y fueron su padre, el pintor Edmond François Daubigny, y su tío, el miniaturista Pierre Daubigny, con quienes aprendió el oficio de pintor. Siendo muy joven, realizó un viaje por Italia de seis meses. A su regreso a Francia, se incorporó al taller del pintor de temas de historia, Paul Delaroche, y realizó sus primeros grabados. Daubigny fue derivando de una pintura tradicional, romántica, a otra mucho más libre, “naturalista”, centrada en el paisaje, tras su traslado a la localidad francesa de Barbizon en 1843.
En esta localidad, situada cerca del bosque de Fontainebleau, se había establecido desde 1830 una serie de pintores franceses que huía del romanticismo que encarnaban las figuras de Delacroix o Gericault. Para este grupo de jóvenes pintores había sido determinante en su decisión de irse de París y refugiarse en un pequeño pueblo, la exposición de John Constable del Salón de 1824. Fueron las escenas rurales del pintor inglés las que influyeron en todos ellos para abandonar el academicismo y el formalismo y buscar la inspiración en la propia naturaleza. Fundada por Jean-François Millet, Jean-Baptiste Camille Corot, Théodore Rousseau y Daubigny, la conocida como Escuela de Barbizón (h. 1830-70) convirtió a la naturaleza en la protagonista absoluta de su pintura.
Gustave Coubert y Camille Corot, al que conoció en 1852 en Optevoz (Isère), ejercieron una notable influencia sobre el trabajo de Daubigny. Adaptó su famoso bote Botin como un estudio flotante con el que recorrió el Sena y el Oise (sobre todo en la región de Auvers-sur-Oise) para pintar distintas vistas fluviales, lo que otorgó a su trabajo, según la comisaria de la muestra del Museo Van Gogh, Maite van Dijk, “de una novedosa perspectiva desde la que observar el paisaje y retratarlo porque fue capaz de ofrecer nuevas composiciones como la de pintar desde el centro de la composición”.
Visitó Inglaterra en dos ocasiones. La primera en 1866 y la segunda en 1870, motivada por la guerra franco-prusiana. Y fue en este segundo viaje donde entabló relación con el joven Claude Monet, con el que viajó a los Países Bajos. A su vuelta a Auvers conoció a Paul Cézanne. Según los críticos, su etapa de mayor calidad es la que va de 1864-74, con obras como Paisaje primaveral (1857, Museo del Louvre), Borde de la Cure, Morvan (1864), Villerville sur Mer (1864), Luz de luna (1865), Andrsy sur Oise (1868), A Pond in the Morvan (1869) o Retorno desde la esclusa (1878).
Participó en los salones oficiales de París con resultados muy desiguales porque para los académicos su obra tenía una pincelada un tanto suelta, “mal acabada”. Cuando ya era un pintor maduro le invitaron a participar en el jurado de estos salones, aunque en varias ocasiones renunció a ello en protesta por la exclusión de los impresionistas.
Homenaje en Ámsterdam
Hasta el 29 de enero el Museo Van Gogh exhibe la exposición Daubigny, Monet, Van Gogh: impresiones del paisaje. Una muestra que hace hincapié en el crucial papel que jugó como innovador de la pintura de paisaje y como precursor del impresionismo, gracias a una innovadora técnica pictórica que sirvió de inspiración a artistas como Camille Pisarro, Claude Monet y Vincent van Gogh.
La obra de Daubigny destaca sobre todo por la interpretación tan personal que hacía del paisaje. Y precisamente es esta interpretación, junto a “la novedosa perspectiva y composición de sus pinturas o esa pincelada suelta”, comenta Van Dijk, lo que atrajo e influyó a muchos artistas que posteriormente iniciarían el impresionismo y que están presentes en esta muestra, donde se ha reunido una gran selección de obras procedentes de más de 35 museos internacionales y colecciones privadas (la Tate Gallery y la National Gallery de Londres, el Metropolitan de Nueva York o el Petit Palais de París) del propio Daubigny, Monet, Van Gogh y Pisarro.
Así, en la exposición el visitante podrá ver “cómo los atardeceres impactantes o los cielos amenazadores de la costa de Normandía de Daubigny fueron emulados por Monet o cómo Pisarro se inspiró en sus huertos en flor a la hora de pintar muchos de sus paisajes”, añade Van Dijk. Una lectura que es evidente en lienzos como Atardecer cerca de Villerville, de Daubigny, y Atardecer en el Sena cerca de Lavacourt, de Monet.
Un capítulo aparte es la admiración que Van Gogh sentía por Daubigny. Para el pintor holandés fue muy importante en el desarrollo artístico de su trabajo la representación y esa interpretación tan personal del paisaje del artista francés que hablábamos antes. Una admiración que queda patente cuando en los últimos meses de su vida, Van Gogh pinta los paisajes de Auvers-sur-Oise, el pueblo donde vivió y trabajó Dauvigny.
Lo curioso, es que la notoriedad y, sobre todo, la popularidad que llegaron a alcanzar los pintores del impresionismo, sus “seguidores”, han eclipsado la obra de Dauvigny. “El color y el brillo de los impresionistas, frente a una paleta un tanto apagada de Daubigny eran y siguen siendo más llamativos para el público”, añadió la comisaria. Y es precisamente lo que esta gran muestra quiere subsanar, dar a conocer el papel tan relevante que tuvo Dauvigny en todos estos artistas gracias a una técnica pictórica que podríamos decir experimental en esos momentos.