CentroCentro Cibeles muestra una selección de piezas de la Colección Pi Fernandino, una de las más importantes de vídeo en España, en Lo inconmensurable: una idea de Europa. Sus comisarios, Soledad Gutiérrez y Aimar Arriola, proponen un recorrido por los conflictos del pasado, las tensiones del presente y el titubeante futuro del Viejo Continente. Hablamos con los comisarios y los coleccionistas Helena Fernandino y Emilio Pi. Hasta el 28 de agosto
El Ayuntamiento de Madrid está inmerso en un proceso de redefinición de su oferta cultural. En el caso de CentroCentro Cibeles, la intención es mostrar en un año, de junio de 2016 a junio de 2017, una serie de exposiciones con el eje temático de Europa, fruto del diálogo entre dos comisarios. Desde luego el tema es complejo.
Así, lo primero que hicieron Soledad Gutiérrez y Aimar Arriola, los comisarios encargados de la exposición, fue plantearse qué era para ellos Europa. “Nos dimos cuenta de que era muchas cosas, que no había un único discurso. A partir de ahí fue más fácil, y tuvimos claro que no queríamos articular un discurso lineal, completamente entrelazado o conectado”, comenta Gutiérrez. Y de todas estas reflexiones surgió la idea de Europa “como algo ‘inconmensurable’ que debido a su magnitud no se puede medir, valorar o representar, conformado por visiones dispares o la falta de un lenguaje común, pero también como aquello externo a la percepción, a la palabra”, añade Gutiérrez.
Resuelta la idea que iba articular la muestra, tocaba seleccionar las piezas –veinte de las más de trescientas que conforman la colección Pi Fernandino, una de las mejores de vídeo en España– y definir el espacio expositivo, la “puesta en escena”, con el fin de que continente y contenido se retroalimentaran mutuamente. Uno de los riesgos de las exposiciones de videoarte es que a veces hay tantas pantallas, que al final lo que el espectador percibe es, de hecho, una sucesión de fotografías. Para minimizar esta eventualidad, cada pieza tiene una cartela que no solo explica la obra, sino por qué forma parte de esta exposición y, además, los vídeos están colocados a distintas alturas para que la visión no sea siempre frontal.
Asimismo, el montaje invita al espectador a detenerse el tiempo que necesita cada pieza para que busque en ellas esos significados de los que hablábamos anteriormente y, a la vez, le dé los suyos propios. Como en el caso de las dos películas que se exhiben, Açik Radyo. Mitos y estereotipos de Antoni Muntadas y Respiro de Harun Farocki, en las que sin duda merece la pena invertir casi una hora para verlas con detenimiento. Farocki ha recuperado unas filmaciones realizadas en 1944 por el preso del campo de concentración de Westerbork (Holanda) Rudolf Breslauer, y que fueron encargadas y supervisadas por el comandante de las SS Albert Gemmeker como propaganda de las “bondades” de estos campos, y a partir de ellas, con un nuevo montaje, reflexiona sobre la función y la intencionalidad de las imágenes.
El vídeo de Muntadas es el “resultado de dos años de colaboración entre el artista y la radio colectiva turca Açik Radyo (Radio abierta), donde se recogen testimonios sobre los problemas sociales en Estambul, la censura o la tensa relación entre Turquía y Europa”, explica Gutiérrez. En total son 20 obras de 16 artistas internacionales y nacionales, en un arco cronológico que va de 1974 (Campo de flores [Pintura de campo de color], una película super 8 de Martha Rosler) hasta 2014, lo que permite comprobar además cómo ha evolucionado el concepto del videoarte desde casi sus inicios hasta ahora mismo.
La exposición se divide en tres bloques temáticos: el primero está dedicado al presente europeo (migración, problemas de fronteras o derechos humanos); el segundo remite a la historia reciente de Europa (colonización, fascismo, biopolítica o los conflictos armados internos), y el tercero, que aunque a primera vista no parece estar relacionado con el tema, “sirve para ampliar aspectos conceptuales, simbólicos y políticos de la selección, como las poéticas del cuerpo o la capacidad afectiva de las imágenes”, explica Gutiérrez.
AUSENCIAS Y PRESENCIAS
Helena Fernandino y Emilio Pi siempre han concebido su colección de videoarte con vocación de exhibición, pero bajo dos premisas irrenunciables: que la exposición tuviese un eje temático y un comisariado de garantías, es decir, que no fuese simplemente mostrar sin más una colección privada, y que fuese gratuita. Estas dos condiciones fueron asumidas por Santiago Eraso (director general de Espacios y Contenidos Culturales del Ayuntamiento de Madrid) y Jesús Carrillo (director de Programas y Actividades Culturales), y ambas partes llegaron al acuerdo de que la colección Pi Fernandino inaugurase el proyecto Europa. Así, en poco más de dos meses, y gracias al técnico Ángel Gutiérrez, que ha sido el alma máter de toda la coordinación, la exposición estuvo lista para su exhibición.
El proceso también implicó, lógicamente, la selección del contenido. “Al principio nos preocupaba que los comisarios encontraran material suficiente para poder armar el corpus de la exposición, porque nuestra colección no gira, estrictamente hablando, en torno al tema de Europa”, explica Emilio Pi. Además, aunque los comisarios han tenido total autonomía para elegir las obras, los coleccionistas también han aportado su punto de vista, y a ellos se debe la presencia de algunas obras, como Frontera (2001), de Hans Op de Bleeck, que ofrece un cierre redondo a la exposición y que Helena Fernandino tenía claro debía estar presente en la muestra porque en ella «hay muchas referencias al tema de las fronteras, como en Atlantropa (2009), que Samuel Stevens sitúa en un futuro imaginario, en el que un puente sobre el estrecho de Gibraltar conectaría España con Marruecos».
En cualquier caso, Emilio Pi alaba el trabajo de Aimar Arriola y Soledad Gutiérrez porque “han conseguido que cada pieza se explique en sí misma y que al final del recorrido el espectador tenga una idea clara y no salga confundido por tantos impulsos audiovisuales como ha recibido”. En la exposición tan solo hay dos obras que no son vídeos, Mad Marginal-Archives (2011), de Dora García, y Puente Internacional (2003), de Ibon Aranberri, 150 fotografías intervenidas de una escultura de Jorge Oteiza en el puente del Bidasoa que marca la frontera entre España y Francia, y de la que el propio Aranberri ha realizado y reintervernido in situ una nueva versión a la que añadido 150 fotografías más para esta muestra.
Además,durante el mes de julio se van a desarrollar varias intervenciones, como la recitación pública que tendrá lugar el día 16 a las 18 horas en el Patio de Operaciones del centro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a cargo de Silvia Zayas, a partir de la obra Actos de Memoria (2008-2013), de Monica Ross, o una performance a cargo de Dora García los días 6, 13 y 20 a las 17.30 horas en la cafetería que se convertirá en el Café de las Voces.
En cuanto a su colección en general, Helena Fernandino comenta: “Cuando en los años noventa empezamos a comprar obras, no lo hicimos con la idea de crear una colección, sino de ir adquiriendo lo que nos gustaba y nos emocionaba, pero como tenemos una sensibilidad concreta, al final todo va adquiriendo una coherencia propiciada por nuestros intereses y percepciones”. A lo que Emilio Pi añade: “Quizá nuestra colección podría definirse más por las ausencias que por las presencias; por ejemplo, no tenemos vídeos de animación y hay muy poca obra documental. Además, no hay vídeos amables ni bonitos estéticamente, sino que lo que nos interesa es el arte que habla de lo que está pasando ahora, de los problemas de la sociedad actual, es decir, obras que, casi por definición, no pueden ser complacientes”. En definitiva, una colección que prima el arte y a los artistas comprometidos, y que ahora podemos disfrutar, si no en toda su extensión y matices, sí al menos dentro de un discurso coherente y de gran calado ético e intelectual.
Ángela SANZ COCA