Si hay un efecto claro que producen las esculturas de Mar Solís en aquel que las contempla, es el enredo de la mirada. Las superficies curvas de las piezas crean un trazo infinito que resulta difícil de seguir en un único recorrido visual. No es de extrañar, por tanto, que los transeúntes que vean el escaparate de la Galería Ansorena, en el número 52 de la calle Alcalá, se queden atrapados ante la pieza que presenta la exposición monográfica, Barroco Barroco, que le dedica este espacio a la artista hasta el 29 de febrero
Esta creadora madrileña, especializada en escultura por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, comenzó a materializar su potencial creativo y a definir su lenguaje allá por 1995. Desde entonces ha estado siempre centrado en torno a la curva y al juego de luces y sombras.
En los primeros trabajos de Mar Solís, el pliegue y el rizo empezaron siendo unas constantes abigarradas, como en las obras de pequeño formato de la serie Domo VI y Domo VII (2006). Desde entonces, su obra ha evolucionado enormemente, un proceso natural en una artista que no le gusta transitar siempre por los mismos caminos; su reto, seguir creciendo como creadora plástica.
Este cambio se percibe claramente en las grandes esculturas e instalaciones de 2012, unas piezas que invitan a imaginar y atravesar estructuras sin paredes, sin entradas ni salidas premeditadas, cada espectador puede transitarlas siguiendo su propio recorrido. Un divagar por el espacio que desconcierta y nos hace frágiles ante el juego escenográfico, dinámico y colosal, en el que nos envuelven las piezas. Características que no resultan tan lejanas de los planteamientos barrocos, en los que la plástica ondulante abogaba por expresar la tensión en paragón con el caos natural.
Es quizás este símil el que nos propone el título Barroco Barroco de la muestra de la Galería Ansorena, en relación con nuestro sentir y nuestras emociones, tan abstractas, volátiles y sinuosas como bien pueden reflejar las esculturas de Mar Solís. Un concepto del que dice dejar constancia también en sus cuadernos de viaje respecto a los lugares en los que ha estado; incluso, a veces, las reflexiones trascienden del plano bidimensional en el papel a lo tridimensional mediante un lenguaje de papiroflexia. Sus formas entonces nos devuelven ese guiño a la vegetación natural que se entreteje e invade el espacio, metáfora de cómo pueden enredarse las tempestades internas.
Por otra parte, durante todos los años de trayectoria de la escultora han sido muchos los reconocimientos recibidos y los proyectos puestos en marcha. Entre los más sobresalientes y de más repercusión fue la exposición individual que realizó en el Instituto Valenciano de Arte Moderno, en 2012. En esta muestra dejaba ver tanto obras en papel, como escultura y pintura. Disciplina, en la que la propia artista confiesa, ser deudora de la caligrafía oriental, aquella que es «todo un arte acompañado de su litúrgica», y que le aporta inspiración y concentración al definir el trazo.
Pero sobre todo para Mar Solís, escribir es ordenar el pensamiento, y lo mismo le sucede al crear, la artista habla de sus piezas como esculturas y dibujos razonados. Ocurre con una de sus últimas obras presentadas en Barroco Barroco, un dibujo a carboncillo de dos columnas helicoidales desvanecidas en su principio y cuyo fin asciende para acabar más allá de la superficie del papel.
Lo que sugiere al que la contempla una reflexión sobre lo efímero, y es que evoca a esos rayos de sol que se cuelan por la ventana y reúnen de forma momentánea una espiral volátil de motas de polvos, o también la nube de humo que se condesa y desaparece tras prenderse una llama. Todo esto es la última obra creada por Mar Solís, y que como nos dijo ella misma se encuentra en la primera fase de asimilación, así que hay que esperar el periodo preciso de gestación, cuyo resultado, seguro, nos atrapará de nuevo.