El museo de La Casa de la Moneda acoge la muestra Matriz y Múltiple, un recorrido por el trabajo del artista catalán, desde obra gráfica hasta esculturas de gran tamaño. Ganador en 2014 del XV premio Tomás Francisco Prieto de Medallística, se presenta por primera vez al público el diseño de la medalla que ha creado Plensa como parte del compromiso de este galardón. Hasta el 3 de marzo
Cuando le preguntan a Jaume Plensa si todos los premios y reconocimientos que ha recibido en los últimos años han influido a la hora de afrontar su trabajo, él responde que para cualquier persona recibir un premio siempre es positivo porque es una manera de valorar una obra y que en el caso del Premio Velázquez «me hizo mucha ilusión porque sentí que no solo se premiaba mi trabajo sino que era un reconocimiento a la escultura, una disciplina que sigue siendo imprescindible y que llevaba mucho tiempo sin recibir ningún premio importante». Y, además, añade que «muchos escultores jóvenes me han comentado que se sintieron recompensados de alguna manera también».

Rui Rui in Shanghai, 2014, bronce, ed. de 5 ejemplares + 1 PA, 212 x 80 x 69 cm. Arriba, detalle de la pieza Istambul Blues.
Y en el caso del Premio de Medallística Tomás Francisco Prieto de La Casa de la Moneda, el que ha motivado esta exposición, afirma que se siente muy afortunado porque la anterior galardonada fue Cristina Iglesias y el sigiuiente a él, en 2015, José María Sicilia, dos artistas a los que «admiro mucho y que además son amigos; ¡qué bocadillo!, sentirme en medio de ellos, para mí ha sido casi más importante que el propio premio».

Silhouettes (Study), 2011, acero inoxidable, ed. de 8 ejemplares + 3 PA, 190 x 130 x 120 cm.
El premio conlleva el compromiso del artista de desarrollar una moneda, en este caso, Jaume Plensa ha lanzado un reto importante a la centenaria Casa de la Moneda, con una medalla desarrollada en nylon, expuesta al lado de la interpretación del prototipo por parte del taller de La Casa de la Moneda en bronce, plata y oro. Aunque como decimos es la primera vez que los talleres han tenido que hacer una medalla a partir del nylon, en cambio para Plensa es un material muy habitual en su trabajo porque le gusta mucho (en la muestra hay también una pieza que es un libro) «se trabaja muy bien, tiene una gran pureza, lo puedes raspar y me encanta tocarlo». En el caso de esta medalla es la cara de una niña, Ana, una de las primeras que hizo en su carrera; la forma de esta medalla tampoco es habitual, en vez de redonda es ovalada.
- Prototipo de la medalla del Premio Tomás Francisco Prieto, Ana, realizado en nylon.
- Medallas realizadas en bronce y plata en los talleres de La Casa de la Moneda de Madrid.
Para Jaume Plensa era la primera vez que hacía una medalla. Cuando le preguntamos cómo ha sido la experiencia, nos comenta que ha disfrutado mucho porque la «gente que trabaja en el taller tiene unos conocimientos técnicos de muy alto nivel. Saben mucho, y siempre cuando un técnico llega a esta profundidad es casi poesía, te habla de cosas que casi parecen pura alquimia, ha sido una relación muy bonita y muy enriquecedora».
Centrándonos ya en la propia exposición del museo de La Casa de la Moneda, lo más importante para Jaume Plensa es que el comisario, Óscar Alonso Molina, ha hecho algo que él valora mucho, conseguir con lo que «llaman obra menor [refiriéndose a la obra gráfica y múltiple] una exposición mayor, algo que me parece muy inteligente porque para mí el grabado siempre ha sido como un laboratorio, un lugar de experimentación».

Miraculu, 1994, fotograbado y aguatinta, papel Vélin de Arches, 20 gr, 66 x 50 cm, ed. de 50 ejemplares + 10 PA + 5 HC.
Y es que para Plensa el grabado tiene una «manualidad muy cercana a la escultura para dar un resultado muy cercano al dibujo, que aunque parezca contradictorio no lo es». Y añade que él dibuja mucho porque el dibujo tiene una inmediatez que va muy bien para generar ideas, pero que por esa manualidad que tiene el grabado tan parecida a la escultura que decía antes es como «si hicieras dibujo a cámara lenta». Y esto es lo esencial para él del montaje de esta muestra, hacer entender al público que no es verdad que la obra gráfica sea una obra menor, sino que es «fundamental a la hora de crear ideas para un artista», añade Jaume Plensa.

Anónimo III, 2005, litografía y aguafuerte, papel Japón Kôzo, 20 gr, 100 x 66 cm, ed. de 30 ejemplares + 5 PA + 3 HC.
La exposición parte de una idea, buscar una constante en la política de trabajo de Plensa, y que para el comisario sería ese paso de lo particular, casi de lo privado, como ese escaneado de partes de su cuerpo o el de su pareja, a lo público, y cómo consigue trascender hacia un mundo de conceptos universales, de ideas genéricas. Y Alonso Molina añade que por eso «uno de los títulos que manejé en su día era el de madres, en cuanto a la idea de Goethe de que las madres son las ideas. Plensa es un artista conceptual que trabaja con imágenes que atienden fundamentalmente a la belleza. En ese sentido podemos interpretar tanto los acercamientos a su cuerpo, a su biografía, como a los de los sujetos singulares como un primer paso para acabar hablando de introspección, de la soledad, del reposo, de la serenidad, de la melancolía y, fundamentalmente, de la belleza, esa sería la matriz de la exposición».

Tel Aviv man (back), 2010, bronce, ed. de 8 ejemplares + 4 PA, 45 x 35 x 35.
Como la exposición se produce como consecuencia del premio de medallística Francisco Prieto, el punto de partida que ha elegido Alonso Molina es todo aquello que en Plensa está cerca del mundo del grabado o de la edición, de ahí el nombre, Matriz y múltiple, que también «contiene de alguna manera esta idea de pasar del original a todas aquellas copias que van trascendiendo lo singular del origen y que nos van acercando a los conceptos universales», precisa Alonso Molina sobre el eje que articula toda la muestra.

Caligrafías (Mujer), 1994 (parte de un díptico), fotograbado y aguatinta, papel Arakaji sobre Guarro Yerba, 215 x 80 cm, ed. de 20 ejemplares + 1 PA.
Están gran parte de los grabados que Jaume Plensa ha realizado desde el año 1994 hasta llegar al último, el tríptico Moloch (litografía y gofrado, 2015), y que es la primera vez que se presenta en España. También hay bronces, esculturas de cristal de murano, hierros patinados, algún móvil y sonido (obras-audio), como son los registros del paso de la sangre por cinco puntos distintos de su cuerpo y cómo ese registro se convierte también en una imagen, que al final es una imagen múltiple, un grabado. Y, por último, el recorrido acaba con algo que no es específicamente una pieza pero que al comisario le ha interesado mucho porque ayuda al visitante a acercarse al mundo de Plensa, uno de los mejores y más didácticos documentales que se han hecho de su trabajo, y que editó TVE hace cinco años.

Istambul Blues, 2012, hierro pintado, ed. de 8 ejemplares + 3 PA, 52 x 30 x 40 cm.
En la primera sala están las piezas más antiguas del artista, como el díptico de 1994, Caligrafías (Hombre, Mujer), que son las propias huellas del cuerpo del artista y su mujer pasados luego a un lenguaje calcográfico. Plensa comenta sobre esta obra que partiendo de las fotografías de partes de sus cuerpos (una especie de fotocopias hechas en una Repromaster, una máquina que hacía plumas en blanco y negro de la época), «mi mujer y yo nos pasamos horas encima de la máquina para hacer encuadres directos de nuestro cuerpo, para después hacer estos aguafuertes y aguatintas, para mí son como un mapa, la idea es la de cartografía del cuerpo humano». En esta misma sala hay un autorretrato muy interesante de Jaume Plensa como gato, Miraculu (1994).

Alchemist (study), 2010, acero inoxidable pintado, ed. de 8 ejemplares + 3 PA, 50 x 32 x 33 cm.
Para Plensa es importante conocer la técnica porque le ayuda a mejorar el mensaje que quiere transmitir, que es lo que de verdad le interesa, por eso se define como una persona muy inquieta y curiosa a la hora de incorporar nuevas técnicas en su trabajo, y aunque utiliza elementos muy contemporáneos intenta hacer mensajes donde las preguntas son casi eternas, «yo creo que el arte siempre una y otra vez repite las mismas preguntas porque aún no están resueltas y tal vez la belleza es eso, no resolverlas, es plantear esas preguntas cada vez de una forma más bella y a esto me dedico, no busco la respuesta; ¡plantear una pregunta correctamente qué difícil es!”.
Ángela SANZ COCA