Es uno de los artistas colombianos más renombrados en el panorama del arte internacional; aunque reside en Londres desde los diez años, visita su país natal a menudo, donde absorbe parte de la esencia que transmite a sus obras. En el centro cultural madrileño Daoíz y Velarde exhibe, hasta el 20 de marzo, De marcha ¿una rumba? No, solo un desfile con ética y estética, donde exhibe la instalación más grande de su carrera
Desde el título se puede percibir el tema del diálogo, que se extiende al discurso expositivo. La relación con esta idea es acertada, y más cuando Óscar Murillo hace hincapié en esta cuestión al explicar el proceso creativo: «Concebí el sentido de la exposición como un diálogo entre dos personas, una colombiana y otra española, en el que las diferencias culturales salen a relucir. Y precisamente esto es lo que refleja el título al acentuar la expresión » de marcha», para los colombianos «irse de marcha» tiene un significado relacionado con el de manifestarse, mientras que en España se entiende por ir a divertirse por la noche.
Sin embargo, «irse de marcha» es la última intención que quiere transmitir a través de sus piezas el creador colombiano. La producción expuesta consta de dos instalaciones, la más grande creada en su trayectoria hasta este momento, abarca el primer piso y se compone de vallas, maniquíes con pelucas y pintura en un formato de pancarta; para descubrir la segunda hay que bajar un piso, en el que se disponen unos monos de obreros y un vídeo.
Ante las múltiples preguntas por la impresión de discordancia entre los objetos expuestos Óscar Murillo responde que «no quiero protestar contra algo político, sino lo que muestro es un desfile estético; se trata de exhibir pintura, ensamblajes o vídeo, y así conectar mediante el arte con la comunidad colombiana y la madrileña. Aparto otros temas que quizás sean más atrayentes, para establecer un diálogo puramente estético».
También rechaza el artista que desee reflejar una protesta al sistema del arte o cambiar los paradigmas y lenguajes estéticos que vienen practicándose desde hace años. Lo más interesante para Murillo «son los diferentes idiomas que he incorporado en la primera instalación (español, árabe, hebreo e inglés) y que cuentan una misma historia; lo que pretendo con esto es hacer un guiño al hecho de que cada día se cuentan situaciones parecidas o similares en diferentes partes del mundo».
Otra de las cuestiones de esta exposición que más controversia ha causado, tiene que ver con los monos blancos de obreros de la segunda instalación que se exhiben colgados en perchas o doblados en cajas. El uso pensado para esta prenda era que se vistiesen con ella unas trescientas personas para participar en una performance, que recrease una marcha (pero estética) con las pancartas por el espacio expositivo.Sin embargo, «este proyecto –explica el artista– no ha podido llevarse a cabo por las estrictas normas a las que me obligaba a cumplir el Ayuntamiento de Madrid en el desarrollo de la acción».
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