De una sintetización brutal, los retratos que realizó Egon Schiele prescinden de cualquier referencia al espacio, están vacíos, pero cargados de tensión. La Neue Galerie de Nueva York expone ahora y hasta el 20 de abril una selección de esos retratos, con una atención especial a los autorretratos. En el número de enero de Descubrir el Arte, Manuel Antón se acerca a esta figura que, con su obra, reflejó la alienación de su tiempo
La exposición en la Neue Galerie de Nueva York, Egon Schiele: Retratos, ha coincidido durante unos meses con la que la Courtauld Gallery de Londres ha organizado en torno a sus desnudos y que clausuró el pasado 18 de enero. Esta causalidad evidencia tanto el interés que sigue despertando Egon Schiele (1890-1918), considerado uno de los mayores representantes del expresionismo austríaco, como el peso que adquirió en su obra la representación humana. En el centro norteamericano sus retratos están organizados por temas: la familia, Eros, los amantes, etc., y se concede una especial importancia a los autorretratos.
Precisamente uno de esos autorretratos (expuesto en la muestra Londres), Autorretrato desnudo con la boca abierta (1910), es utilizado por Manuel Antón en el número 191 de Descubrir el Arte para realizar un acercamiento certero, inteligente y muy personal a Egon Schiele: «Este pequeño dibujo al carboncillo y gouache resume a la perfección la opción estética del artista austríaco y su pertenencia a una realidad cuyo movimiento perpetuo alinea a sus habitantes, incluido al propio pintor, hacia el punto de quedarse incompletos, dejar de reconocerse como humanos. Una pérdida de los atributos de la humanidad, como en la famosa novela de Musil, que Schiele representa dibujándose son brazos, mutilándose justamente lo que le otorga identidad: las manos con las que pinta y dibuja. Una metáfora trágica y muy acertada que reitera lo que expresa el vacío del fondo, la mueca del rostro, la punzante contorsión de la figura y su matérico pero aplanado volumen […]».
La violencia y la radicalidad de los desnudos de Schiele hablan por sí mismos (como afirma Antón en su texto «no hace falta ir a cultismos metafísicos para explicar una obra cuya comunicación a veces es difícil, pero siempre directa»); pero en el reportaje de Descubrir el Arte se enriquece el análisis comparándolo con el tratamiento que, también del desnudo, hacía de uno de sus maestros, Gustav Klimt. «Lo que en Klimt es una sensación casi inexistente de tridimensionalidad, en Schiele ya es pura ilusión, una sintetización tan brutal de lo representado que destaca precisamente por su desnudez, por reducir hasta casi la nada las referencias al espacio, a lo decorativo, a cualquier elemento que no sea única y exclusivamente el objeto de la representación».
Figura controvertida y rodeada de polémica y escándalo (sobre su arresto y encarcelamiento y sobre lo que supuso en la evolución de su obra fija su interés la exposición de la Neue Galerie), es, como no duda en afirmar Manuel Antón, «un verdadero y revolucionario transformador de la representación visual».
El número de enero de Descubrir el Arte (191), en el que aparece el artículo de Manuel Antón «Egon Schiele. La tensión del vacío», puede encontrarse todavía en los quioscos; además, está disponible en quiosco.arte.orbyt.es