La primera gran retrospectiva sobre Patricia Gadea (Madrid 1960-Palencia 2006) se encuentra en estos momentos en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) hasta su próxima clausura el 5 de enero. Esta exposición, que cuenta con un total de 120 obras, entre las que hay dibujos inéditos, recoge la España de los años 80 y 90, la realidad neoyorkina a ojos de la artista, como el concepto de mujer sobre el que reflexiona Patricia Gadea
Virginia Torres, comisaria de la muestra, y Manuel Borja-Villel, director del MNCARS, definen a la artista como una de las que mejor refleja, mediante el arte, la realidad social y política de las últimas dos décadas del siglo XX y los primeros años del XXI. Tras la llegada de la democracia, y con ésta, la libertad en España después de años de dictadura, el panorama artístico rompe y exalta más que nunca, las expresiones vanguardistas y la innovación de nuevos formatos y técnicas. La pintura se renueva, y ocurre que se toman elementos populares y de la «baja cultura» para contar y recrear la realidad que acontece en España.
En esta estela se sitúan los primeros trabajos de Patricia Gadea, quien toma la iconografía de los tebeos para crear una imagen propia, en la que habla de temas sociales, banales o políticos; pero siempre tratados con un toque de humor y sátira. Este tipo de obras,comprendidas entre los años 1983 y 1985, son las que ocupan la primera parte del discurso expositivo, y que coinciden con las vivencias de la artista en plena movida madrileña.
Antes de su marcha a Nueva York en 1986, Gadea vive en la capital española un auténtico «frenesí creativo», que como consecuencia le permite exponer en los mejores circuitos oficiales galerísticos, como en espacios alternativos. Además, comienza a investigar con nuevas técnicas y elementos, que acaban por constituir dos de los aspectos que más caracterizan a las obras de principios de los ochenta: la perspectiva satélite y los fondos Pollock.En su momento, la artista explicaba que el contraste en sus cuadros le gustaba «porque son las ideas que cojo de aquí y de allá, las que me asaltan como fogonazos. Pintar de forma lineal es imposible».
En la ciudad norteamericana, a la que viaja junto a su marido, el también pintor Juan Ugalde, toma como protagonistas temas universales como la familia, la pareja sentimental o la amistad, que revisa y representa desde su perspectiva personal y crítica. Sin embargo, vivir en Nueva York trae a Patricia Gadea experiencias mucho más fructíferas para su carrera artística como el contacto con el poeta Dionisio Cañas, que junto a Juan Ugalde, ella y su representante Mariano Lozano, forman el colectivo Estrujenbank: una propuesta artística de carácter político-cultural que miraba por convocar exposiciones y agitar la cultura con diferentes iniciativas provocadoras. En una carta a su colega Santos Montes, la artista le cuenta su día a día en Nueva York entusiasmada porque «todo el mundo del arte es un mercado auténtico, sin tiquismiquis como en España, porque aquí, si trabajas, hagas lo que hagas, te lo montas».
En el año 1989, Patricia Gadea regresa a España, y con su vuelta trae consigo las ganas por experimentar con el collage y otros formatos más pequeños, como el cartón. Con ello se abre el abanico de posibilidades para anexionar en sus obras, chicas de revista, paisajes idílicos extraídos de almanaques o referencias a la ciencia-ficción. También hará varias parodias sobre Franco, a las que titula Caudillo del deporte o El sueño de Franco, entre otras.
Sin embargo, es 1992, el año clave en el que crea la serie Atomic-Circo, a partir de tres hechos de gran repercusión en España que ponen de manifiesto, más que una realidad moderna, para la artista, superficial y efímera, que mucho tiene que ver con un espectáculo de circo. Se trata de las Olimpiadas de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y el nombramiento de Madrid como capital cultural. A estas circunstancias, Patricia Gadea responde con lienzos gigantes a los que anexiona personajes de circo, como la mujer trapecista, el payaso o el tigre, arrancados del propio cartel que anuncia el espectáculo. Los utiliza para parodiar a los personajes políticos del momento como Felipe González, el rey Juan Carlos o Alfonso Guerra, y para poner sobre la mesa cuestiones que le preocupan, y que para ella están en «la cuerda floja»; por ejemplo, el arte español.
Quizás sea esta década de los 90 la que mejor se relaciona con la definición que hace el director de MNCARS sobre la obra de Gadea «una pintura gamberra, crítica con el propio medio, que bien puede hacer un guiño a un Picabia. También se podría decir que es una pintura que recoge elementos de la alta cultura, pero que los enfría con elementos populares, de la baja cultura».
En los años finales, concretamente en 1996, Patricia Gadea se traslada a Palencia y con ello, se aparta del principal circuito de la capital. Como consecuencia de este cambio, la obra de la artista se ve afectada en la manera de un cambio de registro, que más que crítico con la sociedad, va a reflejar reflexiones introspectivas de Gadea. El soporte también pasa a ser del lienzo al papel, en el que plasma con un dibujo ideas que «reivindican su persona, su ser femenino. No hay una intención prioritaria feminista, sino preocupación por su propio espacio, su concepto de mujer. Son trabajos oníricos, hay que verlos de cerca y cuestan más porque son mensajes muy crípticos», explica Virginia Torres.
En definitiva, esta exposición del Museo Reina Sofía hace connotar la intrínseca relación de la vida de Patricia Gadea con su obra; vemos un Madrid de la movida, una ida a Nueva York, una vuelta a la capital española, y una retirada a la periferia, y todo se refleja paralelamente en sus pinturas.