La Casa Árabe de Madrid expone por vez primera en España a un artista libio, y lo hace con un representante de la plástica libia contemporánea más destacado del país. La exposición es un recorrido por los últimos diez años de Matug Aborawi y podrá verse hasta el 25 de enero
Matug Aborawi nació en el pueblo costero Al Gharabuli (Trípoli) y en los años ochenta estudió Bellas Artes en la universidad de Trípoli. Recibe clases de los artistas Ali Jalil y Lamin Othman. Estuvo también muy influido por el profesor iraquí Husam Ali. Participó en muchas exposiciones colectivas en Libia. En 1993 se licenció y consiguió una beca para impartir clases en la misma universidad junto a su profesor Lamin Othman. En 1996 organizó una muestra colectiva, Entre la realidad y la imaginación, en el Instituto Cultural Francés en Trípoli, en la que expuso junto a Sami Zuli, Naser Abusuwa y Tareq Abu Hamed. A partir de ese momento realiza exposiciones individuales en galerías, como la que tuvo lugar en 1998 en Dar Al-Funoon, Zero, una exposición que tuvo muy buenas críticas, por estos años conoce al pintor austriaco Martin Hochtel, que además de convertirse en su amigo, influyó mucho en la obra posterior de Matug Aborawi.
En la década de 2000 fue becado por la Universidad de Trípoli para estudiar y perfeccionar su arte en España. Se traslada a Granada, donde en la Facultad de Bellas Artes hizo un doctorado en pintura contemporánea. El pintor Paco Luis Baños, le dirige su tesis doctoral y lo encamina hacia nuevos conocimientos plásticos, animándole a investigar con nuevas técnicas que aplicará en sus posteriores creaciones.
La exposición que podrá verse en la Casa Árabe de Madrid, El Sur y el Sueño, muestra su trabajo de los últimos diez años. Un recorrido que permite comprobar la evolución de este artista, cómo pasa de obras, realizadas en los primeros años de su llegada a España, cargadas de espontaneidad y vivos colores, con muchas referencias temáticas a Andalucía, a las últimas, de pinceladas más sobrias y sintéticas, influido por los acontecimientos políticos y la guerra que ha asolado a su país. Matug Aborawi no ha querido permanecer ajeno a estos acontecimientos que han sacudido a los países árabes, sino que ha a través de sus pinceles da un testimonio impresionista y expresivo de estos hechos, trocando las palabras por trazos y colores.
Así, en estas últimas obras, los «entes» y los ambientes que los rodean parece como si estuviesen en un planeta aterrador y los personajes que vemos tienen las caras «desenfocadas» y casi siempre tendidos en el suelo como si estuviesen muertos. En otros casos, estos personajes parece como si estuviesen atados a unas columnas esperando la ejecución. Cuerpos con talles negros, un color que simboliza el luto, rodeados en algunos casos por el color gris como manera de transmitir la tragedia y la tristeza y en otros, en cambio están rodeados de un color rojo intenso, símil de la sangre derramada. En varios dibujos representa al toro salvaje para hablar de la ciega violencia y de los instintos más primitivos y salvajes del ser humano.
Conscientemente, el artista libio ha preferido mostrar en sus obras el momento posterior al entusiasmo de una rebelión o revolución, no ha retratado los vítores o la alegría del triunfo, sino las cicatrices y las heridas abiertas que han quedado. Es decir, se ha alineado con el dolor y no con el sueño.
En definitiva, estos trabajos que son un testimonio plástico de los acontecimientos que ha vivido Libia plantean al espectador cuestiones y preguntas sobre lo qué ocurre delante de nuestros ojos y nuestra responsabilidad. Y lo hace desde la franqueza y el dolor, como testigo y partícipe de su época, la que le ha tocado vivir.
Excelente revista en todos sus aspectos. Lamentablemente en Argentina es muy difícil conseguirla como ocurr{ia años atrás.