Después de esperar veinte años, se ha presentado el retrato que Antonio López ha hecho de la familia real española. Y lo hace dentro de una excelente muestra sobre los retratos reales en el Palacio Real de Madrid. Comisariada por Carmen García-Frías y Javier Jordán de Urries, conservadores de Patrimonio Nacional, las 114 obras que componen esta muestra es un recorrido por la época de los Trastámara, los Austria y los Borbones y por los mejores maestros de la pintura
La familia de Juan Carlos I, el cuadro de Antonio López que tanta expectación ha levantado ha recorrido un largo camino, el que va desde 1994, fecha de su comienzo, hasta diciembre de 2014. En el último año y medio el artista ha trabajado en esta pintura en un estudio que le habilitaron en el propio Palacio Real. El precio del cuadro ha sido de 50 millones de antiguas pesetas.
Para José Rodríguez-Spiteri Palazuelo, presidente de Patrimonio Nacional, esta experiencia ha sido muy gratificante tanto por la relación personal que se ha establecido entre el pintor y el equipo de Patrimonio como por el hecho de haber sido «testigos privilegiados de la parte final del proceso creativo de la obra», y sobre este aspecto en concreto refiere cómo el punto de luz que entra por la parte izquierda del cuadro, que tiene mucha fuerza, está relacionado con que un día de septiembre el pintor, que estaba en su estudio del palacio, un estudio que apenas entra el sol porque mira al norte, se dio cuenta de que «el efecto de la puesta de sol sobre uno de los focos que ilumina la fachada del palacio producía un efecto de reverberación bastante extraordinario, tomó fotos para que eso no se perdiera y anotó en el margen del cuadro la fecha y la hora exacta en que se produjo el rayo de luz, ese ha sido el toque final». Como testigo del trabajo de Antonio, afirma que «ha trabajado durante estos últimos años muy intensamente, ha tenido una relación muy personal y larga con su obra». De la relación tan estrecha que se ha establecido entre ellos queda patente cuando afirma que le ha ofrecido el estudio que ha utilizado para que siga trabajando.
Cuando se le pregunta a Rodríguez-Spiteri si se le han hecho largo esos veinte años que ha tardado en terminar el cuadro Antonio López, cuenta que, en estos últimos años, cada dos o tres meses iba al taller del artista donde hablaban de muchas temas y también de ese cuadro. «Antonio es un artista muy participativo y te pregunta qué te parece ese sombra aquí, o si el príncipe de Asturias está mejor más cerca o más lejos. Yo en un momento determinado he visto tres cabezas del príncipe de Asturias, es un pintor muy perfeccionista. Creo que en Patrimonio hemos sido generosos y no le hemos presionado porque creemos que a un artista no se le debe presionar».
Para el director de las Colecciones Reales de Patrimonio, José Luis Díez García, la obra de Antonio López «es uno de los cuadros que sigue la estela de los de los de las familias de los reyes por su sobriedad y contención». Además señala las grandes dificultades que ha tenido al artista para pintarlo porque tenía que «contener esa imagen de presencia y de representatividad a la vez que transmitir la proximidad de la familia real, algo muy difícil de conseguir y mucho más si se tiene en cuenta que el artista ha tenido que trabajar a través de fotografías, traspasar lo que es meramente una representación icónica y que transmita una sensación de presencia vital y verdadera; verdaderamente un desafío, aunque al artista no le gusta hablar de desafíos sino de preocupaciones, yo creo que eso ha sido una preocupación enorme para Antonio López pero que ha superado de una forma absolutamente magistral».
Cuando termine esta exposición, la obra se va a mostrar en al salón de Alabarderos, que es el salón previo a la sala de Columnas, para que el millón y medio de visitantes que acuden al palacio puedan contemplarlo.
Historia y arte se dan la mano: El retrato en las Colecciones Reales. Desde Juan de Flandes a Antonio López
Esta magnífica exposición, que será una de las más importantes del año, es un itinerario por el género del retrato desde la Casa de Austria hasta nuestros días. Un total de 114 obras, algunas de ellas desconocidas para el público, como el retrato de Felipe III de busto, de Juan Pantoja de la Cruz (hacia 1603) que habitualmente se encuentra en una zona de palacio que no se puede visitar. Del total de obras expuestas, 97 pertenecen a Patrimonio, otras han sido prestadas por la familia real y otra por la Fundación Albéniz.
En cuanto a la nómina de artistas presentes en esta exposición están los más significativos, desde Juan de Flandes, Antonio Moro, Claudio Coello, Francisco Pacheco, Rubens, Velázquez, Ribera, Mariano Salvador Maella, Goya, Ramón Casas, Joaquín Sorolla o Dalí, entre otros.
Para esta exposición se ha llevado a cabo un ingente trabajo de investigación y restauración, «que ha servido para crear un trabajo de documentación y científico que se ha recogido en el catálogo, además se han descubierto importantes novedades -cuenta Rodríguez-Spiteri sobre el trabajo previo a la muestra-. La sala de exposición se ha convertido durante estos meses en un enorme proyecto museográfico, además gracias a la restauración que se ha llevado a cabo se ha podido recuperar calidades pictóricas, llamo la atención en este aspecto al retrato de don Juan José de Austria o el cuadro de Felipe IV, un retrato ecuestre de Ribera que ha sido restaurado y que se encontraba en unas condiciones de conservación lamentables».
El montaje es cronológico, y además del género pictórico hay algunas esculturas, tapices o grupos de estampas que sirven para ilustrar lo que sería la variedad y la importancia del género retratístico. Según la comisaria responsable de la parte de los Austrias, Carmen García-Frías, la selección de las piezas se ha hecho primando «la mayor calidad, la excelencia, de la retratística, pero también se ha incluido una serie de obras teniendo en cuenta su originalidad, como el retrato de Isabel la Católica, el más conocido y fidedigno de la reina y del que luego se han hecho los demás; también retratos esenciales, como el conocidísmo de Felipe II de Antonio Moro y que ha servido de prototipo oficial para toda la retratística de la Casa de Austria española hasta bien avanzado el siglo XVII, o piezas casi desconocidas, como el Álbum de siete dibujos de siete varones ilustres de Francisco Pacheco que se conserva en la Real Biblioteca del Palacio Real».
A la Casa de Austria se le han dedicado las cuatro primeras salas, con un inicio que es un pequeño preámbulo de lo que significó el retrato en la época de los Trastámara muy vinculado a la tradición del retrato borgoñón, con el Retrato del duque de Felipe el Bueno del taller de Rogier van der Weyden (de la Casa de Borgoña) y el de la reina Isabel la Católica de Juan de Flandes.
Se muestran todas las modalidades de retrato, desde el oficial de cuerpo entero hasta el de carácter más privado como esas imágenes orantes de los reyes que aparecen debajo de la virgen de la Misericordia o los de Felipe III y Felipe IV. En la modalidad del retrato en miniatura se expone una pieza fundamental, el duque de Olivares de Velázquez, que es la única miniatura que toda la historiografía especializada considera que es de Velázquez. Destaca un exquisito cuadro de Juan José de Austria pintado por Ribera y que además es el único retrato ecuestre del pintor. Hay obras de la modalidad de retrato que se hacía para las viudas y las monjas infantas de la Casa de Austria «que establece un prototipo característico que va a marcar una impronta en el género -comenta García-Frías sobre el repertorio retratístico-. También es interesantísimo el apartado A lo divino, donde los personaje reales se disfrazan de figuras religiosas, hay una escena muy graciosa y entrañable en La comunión de la Virgen o La familia del archiduque Carlos de Estiria, atribuido a Juan Pantoja de la Cruz, donde toda la familia de la reina Margarita de Austria aparece formando parte de esa escena».
Gracias a la restauración de las obras se ha podido hacer una nueva lectura de muchos retratos, muy curioso ha sido el caso de dos bellísimas romanas que cuando se radiografiaron se descubrió que el escote había sido tapado a posteriori, «y ahora ya lucen sus escotes originales a la francesa -comenta García-Frías sobre el proceso previo-. Cuando se limpió el cuadro de Mariana de Austria de Carreño de Miranda apareció el fondo en todo su esplendor, el Salón de los Espejos con algunos de los cuadros que conformaban ese famoso salón».
La segunda sección, dedicada a la Casa de Borbón, muestra una serie de retratos que atiende no solo al cambio de moda en el vestuario, «sino sobre todo en la manera en que quieren ser representados los monarcas -comenta el comisario de esta segunda sección, Javier Jordán de Urríes, sobre el cambio que se produce en el género con la llegada de los Borbones al trono español y con ellos los retratistas franceses-. Es muy interesante ver ese cambio».
Arranca con Carlos II, al que se le dedican dos salas, para pasar a otras dos salas dedicadas a Carlos III, en un recorrido que va desde que era el duque de Parma hasta ya como monarca, «desde el icónico Carlos III como gran maestre de su Orden, de Mariano Salvador Maella (1784), una serie de retratos napolitanos de sus hijos que se han podido estudiar para esta exposición, luego hay otra sala dedicada al pintor Anton Raphael Mengs de retratos italianos de Felipe IV y su familia».
En la siguiente sala están los retratos de Goya de Carlos IV, entre ellos destaca uno como cazador y otro en que aparece siendo un niño de dos años, Carlos Antonio de Borbón como Hércules niño. Gracias al trabajo de investigación que se ha llevado a cabo se han podido identificar personajes que aparecen en los cuadros, «como en la serie de nueve lienzos pintados por Giuseppe Bonito (hacia 1750), que representan las efigies de nueve de los trece hijos de Carlos VII (en España Carlos III) y María de Sajonia antes de su traslado a España, que se habían dado identificaciones distintas y variadas», comenta Jordán de Urríes.
De ahí se pasa al siglo XIX, con cuadros de Ramón Casas, Federico Madrazo o Sorolla, con un apartado dedicado a la figura de Alfonso XIII, para finalizar con El sueño de Dalí y La familia de Juan Carlos I de Antonio López.
En resumen, esta exposición destaca por la calidad de los retratos y porque están representadas todas las tipologías del retrato de Corte que ha habido a lo largo de cinco siglos de historia. Además, es una oportunidad para ver obras que no se habían visto hasta ahora y otras «que no habían sido valoradas como se merecían y que ahora creo que sí se ha hecho. Es muy interesante comprobar cómo en cinco siglos de historia el retrato ha ido cambiando, desde el retrato simbólico, a lo divino, el retrato mayestático, oficial, hasta un tipo de retrato más íntimo, permite distintas lecturas, es uno de los atractivos de esta exposición», comenta el director de las Colecciones Reales de Patrimonio, José Luis Díez García, sobre esta exposición que podrá verse hasta el 19 de abril.
En la revista de enero de Descubrir el Arte uno de nuestros temas estará dedicado a esta exposición y su anális.
Ángela SANZ
Estoy deseando ir a ver la exposición. Fantástico artículo porque va más allá de hablar del cuadro de Antonio López, como ha aparecido en la mayoría de medios, y es una pena que esa expectación mediática que la levantado la obra del pintor manchego eclipse el conjunto de la exposición. Muy interesante todo lo que se dice de la investigación y restauración y el análisis de algunas de las obras. Deseando leer el artículo de la revista de enero.
Fantastico habra que verla. Y esperamos a Enero para ver el articulo en Descubrir el Arte..