Interesado en las figuras humanas, este artista pinta cuerpos como si fuesen esculturas adornadas con tatuajes que no siempre están relacionados con el tema de la obra con el objetivo de acentuar la personalidad de los personajes retratados con un intenso carácter onírico
Carlos Díaz Mansilla, conocido en el mundo artístico como Carlos Dima, es madrileño, aunque su familia entronca sus raíces en Extremadura. Artista autodidacta que, aunque comenzó a pintar en la adolescencia, ha sido a partir del año 2021 cuando ha realizado sus mejores versiones pictóricas. A día de hoy, tiene un estilo propio.
Carlos ha trabajado siempre en el mundo del Arte, concretamente dedicado a la fotografía de estudio, ilustración, retratos y caricaturas por encargo, diseño y dirección de arte en publicidad.
Su estilo artístico se basa en la unión de la escultura y la pintura, teniendo como referentes a los artistas italianos Bernini o Miguel Ángel por un lado y, por otro, a los pintores Ribera, Caravaggio o Roberto Ferrio.
Siempre pinta en sus lienzos el desgaste, interesado en la figura que nos ofrece como si de una escultura se tratase, todas van adornadas con tatuajes, no necesariamente relacionados con el tema de la obra, para acentuar la personalidad de los personajes retratados y con un intenso carácter onírico, que nos acerca a la visión que tenemos de otros desnudos de cierto surrealismo. Estos tatuajes, los diseñan tatuadores/as profesionales y se los ceden para las obras.
Presenta la figura en primer término, con obvia monumentalidad, pero nos oculta su significado, existiendo contraste de clara novedad entre la fuerte presencia del personaje y su ambigüedad. Está claro el paragone entre la pintura y la escultura, proclamada por otros artistas -como los artistas italianos citados- como el más importante de los sentidos.
El artista nos ofrece la representación femenina y masculina con un sentimiento de poder inaudito y con una magistral brutalidad, en una de sus obras aparece la mujer atravesada por una flecha. En otras se nos ofrece un hombre mirando al espectador de rodillas, cubierto su rostro, recordándonos algunos grabados de Goya o más cercanas a nosotros, algunas obras de Carlos Barboza o Teresa Graza. Podemos decir que de figuras desean salir del cuadro, no sólo para que las contemplemos sino también para llevar toquemos.
El cuerpo femenino y masculino está pintado frontalmente, sin que exista atisbo alguno de un espacio profundo. Es como si el artista desde una visión actual quisiera volver al clasicismo. Trasladar la representación pictórica a esa tactilidad que desborda los fragmentos de la piel, del cuerpo, invitándolos a tocarla en una clara sensación táctil donde los volúmenes de las figuras en el espacio marcan el sentido estrictamente visual de la obra.
A pesar de que Carlos Dima cuenta en su haber con escasas obras pictóricas, éstas son de una gran versatilidad y originalidad, poniéndose el artista servicio de la vanguardia española. Un artista que ha abierto un mundo a corrientes tardos simbolistas y, en mayor medida, formalistas con obras inquietantes que el artista pone de manifiesto y atribuye mediante el pincel a las pasiones humanas.
Carlos Dima ha participado en la primera exposición conjunta en Trujillo (2022), exponiendo en el palacio de los Barrantes Cervantes. Ha sido seleccionado como finalista para el Premio Nacional de Pintura de Gredos en Arenas de San Pedro.
José Antonio Ramos Rubio, doctor en Historia del Arte y Académico