Hasta el 20 de enero, la galería Jorge Alcolea-Nonell de Barcelona presenta La caza del faisán, una exposición en la que su comisario, Enrique Juncosa, repasa la nueva pintura española y que combina a su vez con dibujos de grandes figuras del arte moderno. Una muestra que, por otra parte, inaugura el nuevo espacio que la veterana galería Jorge Alcolea acaba de abrir en la Ciudad Condal
Jorge Alcolea ha abierto recientemente una nueva galería en Barcelona, Galería Jorge Alcolea-Nonell, que recoge cuarenta y seis años de tradición familiar, y que se ubica en el mismo espacio de 400 metros cuadrados, en el que estuvo la histórica Sala Nonell, en la calle Johann Sebastián Bach, número 16.
Esta sala abría sus puertas en 1973 de la mano de Alfonso Alcolea y Teresa Albero. El anticuario logró que se autorizara por primera vez la salida del entonces Museo de Arte Moderno, hoy parte del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña), de treinta obras de Isidre Nonell para ser mostradas en la inauguración de este galería.
La histórica galería dedicó durante todos estos años exposiciones individuales de Mariano Fortuny, André Masson, Grau Sala, Picasso, Juan Gris, y organizó colectivas con la participación de Santiago Rusiñol, Joaquin Mir, Ramon Casas, entre otros muchos.
Ahora La caza del faisán es el título de la exposición inaugural de esta nueva etapa en Barcelona. Su comisario, Enrique Juncosa, presenta un interesante relato que combina la pintura de artistas contemporáneos con dibujos de grandes firmas del arte moderno, reflejo de la nueva filosofía de la galería, que la contemporaneidad y la modernidad caminen de forma paralela.
En un momento en el que muchos espacios se ven obligadas a cerrar, otros galeristas como Jorge Alcolea, cuya galería homónima se sitúa desde hace casi treinta años en la madrileña calle Claudio Coello, toma el testigo del espacio familiar Sala Nonell, uno de los anticuarios más emblemáticos de Barcelona, y lo transforma en un proyecto dedicado a los artistas contemporáneos, sin perder de vista la modernidad sellada durante cuarenta y seis años por su padre. Alcolea explica que “se trata de un gran reto que afronto con la máxima ilusión. La galería Jorge Alcolea-Nonell será a partir de ahora un espacio de encuentro entre los más importantes exponentes del arte contemporáneo sin olvidar a los grandes artistas modernos que mi padre expuso en esta misma sala”.
Y volviendo a la exposición inaugural, el título, La caza del faisán, está inspirado, comenta Enrique Juncosa, en el célebre aforismo del poeta norteamericano Wallace Stevens: “Un poema es un faisán”, en el que Stevens subrayaba la belleza al tiempo exuberante y huidiza de la poesía, y que su comisario hace extensiva a la de la pintura.
La muestra se compone de veinte obras de once artistas, nacidos en las décadas de los setenta y los ochenta. El deseo es presentar una panorámica de la pintura actual española, incluyendo algunos nombres que ya gozan de una considerable visibilidad internacional. Las obras se introducen junto a un pequeño grupo de dibujos de varios artistas modernos: Salvador Dalí, Alberto Giacometti, Julio González, Tamara de Lempicka, Joan Miró y Antoni Tàpies, que actúan como contrapunto de los trabajos de los artistas contemporáneos, sus herederos directos, al tiempo que nos remiten otra vez a la historia de la galería.
Los artistas contemporáneos con los que cuenta la propuesta son Albert Pinya (Palma, 1985), Antonio González (Alicante, 1974), Belén Rodríguez (Valladolid, 1981), Hugo Fontela (Asturias, 1986), Matías Krahn (Santiago de Chile, 1972), Vicky Uslé (Santander, 1981), Yago Hortal (Barcelona, 1983), Miki Leal (Sevilla, 1974), Secundino Hernández (Madrid, 1975), Isabel Ramoneda (Barcelona, 1960) y Los Bravú (Diego Omil, Pontevedra, 1988, y Dea Gómez, 1989).
En palabras de Juncosa: “La referencia a Stevens no es caprichosa. Todos los artistas aquí reunidos exploran en su trabajo, con lenguajes y estrategias diferentes, cuestiones poéticas, considerando la práctica artística como un medio de conocimiento en sí y como una forma de indagación metafísica. Todos entienden la pintura como algo instrumental y no como un fin en sí mismo, superando antiguos debates sobre la posibilidad de una pureza de la pintura, algo que representaba el monocromo minimalista. Además de pintar, estos artistas pueden hacer cerámicas, cómics, esculturas, fotografías o películas”.
Y añade: “La persistencia del dibujo y de la pintura, en una época de eclosión de las nuevas tecnologías y del arte espectáculo, puede resultar sorprendente. Además, la pintura en nuestro país tiene hoy un aire clandestino, ignorada mayormente por las instituciones públicas, cuya fuerza para imponer discursos se demuestra, sin embargo, escasa frente a la mera existencia irreducible de un medio con tanta historia”.