Hasta el 24 de noviembre la galería Ansorena de Madrid acoge una exposición dedicada a la escultura contemporánea en la que confluyen artistas de gran reconocimiento y jóvenes emergentes. Bajo el título Misterioso espacio, un total de 13 escultores recorren las diferentes manifestaciones de esta disciplina, desde la figuración hasta la abstracción
La última exposición de la galería Ansorena de Madrid apuesta por la escultura, una disciplina a la que ya ha dedicado varias muestras recientemente, como las magníficas de Mar Solís o Alberto Bañuelos. En este caso es una exposición colectiva de 13 escultores contemporáneos españoles en la que confluyen las maneras de hacer de jóvenes emergentes con otros de reconocido prestigio.
José Ramón Anda, Alberto Bañuelos, Luca Benites, Rafael Canogar, Martín Chirino, Amadeo Gabino, Julio López Hernández, Gerardo Rueda, José Luis Sánchez, Pablo Serrano, Mar Solís, Manolo Valdés y Gustavo Vélez, es decir, trece miradas diferentes, desde la figuración a la abstracción, así como materiales diversos ofrecen al visitante un amplio recorrido por la escultura nacional.
Como ha escrito en el catálogo de esta muestra Alfonso de la Torre, el escultor hace visibles otros espacios antes inexistentes, crea y erige lugares no pensados hasta ese instante. Desde el uso del enigmático metal –una materia mágica que ha viajado con la historia de la humanidad, cual portentoso elemento–, o el bronce, con el que se ha creado la estatuaria desde antiguo, un material que está presenta en esta exposición en obras de nuestra vanguardia histórica de los cincuenta: Rafael Canogar, Martín Chirino, Amadeo Gabino, Gerardo Rueda, José Luis Sánchez o Pablo Serrano.
Si decíamos antes que el metal ha sido uno de los materiales más usados por la humanidad desde tiempos inmemoriales para trascender la realidad, no lo es menos la piedra tallada, como las piezas de Alberto Bañuelos (Burgos, 1949) o el mármol que en manos de Luca Benites (Brasilia, 1981) se transmuta en un diálogo con el vacío. O el caso de José Ramón Anda (Bakalku, 1949), que aúna en sus piezas lo natural (madera como el boj) y lo mineral para crear unas esculturas en las que se conjuga el plano o la oquedad, lo delgado y el espacio ausente, lo que se expande y lo arcano. Y no podemos dejar de mencionar a Julio López Hernández (Madrid, 1930) que en su escultura Elena (1975), realizada en pizarra, piedra de Colmenar conglomerada con poliéster, hace partícipe al espectador de un recuerdo, una historia, un tiempo a través del cuerpo de una mujer.
La Máscara de acero corten de Rafael Canogar (Toledo, 1934) plantea un juego incesante de las formas, y es que el pensamiento de este artista «ha sido siempre abstracto y espacial, un mundo de nuevas significaciones en las que la energía del artista, destilada en sus obras, ha cuestionado la representación, en especial la escultórica, de nuestro tiempo». Por otra parte, Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925), quien, en palabras de Ferrant, es un escultor natural y sincero, consigue con el uso de mínimos medios la máxima potencia, como en Su viento en espiral, una obra de apariencia sencilla que sin embargo lleva detrás una compleja elaboración.
Amadeo Gabino (Valencia, 1922-Madrid, 2004), un creador heredero del collage cubista al superponer elementos y construir con planos metálicos los volúmenes de sus esculturas. El escultor de formatos mínimos, Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996), dota a sus piezas de un aire místico, como en su Mesa, una exquisita pieza emparentada con el bodegón clásico, y que se pregunta sobre la frugalidad de la vida.
La pureza constructiva está presente en la obra de José Luis Sánchez (Almansa, 1926), un «ensamblador de elementos en diversos espacios modulados y que ha creado una geometría con vocación de trascendencia», como comenta De la Torre. De Pablo Serrano (Crivillén, 1908-Madrid, 1985) se exhibe una escultura que forma parte de una serie que bebe de la estirpe cubista. De la escultora Mar Solís (Madrid, 1967) puede verse la pieza Arbor en acero corten, toda una metáfora visual sobre los espacios soñados. Manuel Valdés (Valencia, 1942) «ha elogiado con frecuencia un cierto collagismo del metal, un viaje de la escultura hacia el dibujo en el espacio», como en su Silla en madera que recuerda a De la Torre a la silla pintada por Schiele desde la prisión. Y, por último, Gustavo Vélez (Medellín, 1975), un creador que ha explorado piedra, metal o madera para crear unas piezas oníricas, de formas siempre cambiantes, múltiples, de extraordinaria complejidad.