La segunda edición de este festival dedicado a este antiguo pueblo celebra el 50 aniversario del hallazgo de Poggio Civitate (Murlo), el más importante yacimiento etrusco: un palacio construido entre los siglos VI y V a.C., donde posiblemente residiese el señor de todo este territorio. Desde entonces y hasta ahora han proseguido las excavaciones e investigaciones y aunque se han desentrañado algunos de sus misterios todavía quedan muchos por resolver
La segunda edición de este festival dedicado a los etruscos ha celebrado el 50 aniversario de las excavaciones de Poggio Civitate –en los alrededores del burgo medieval de Murlo–, el más importante yacimiento de este antiguo pueblo, cuyos descubrimientos han despertado desde siempre el interés de las universidades estadounidenses y de los arqueólogos suecos e incluso del rey de Suecia. El nombre de “Blu(azul) etrusco” hace referencia al cielo donde residían los dioses.
Hace medio siglo, en los alrededores del castillo de Murlo –situado en las cautivadoras cretas senesas–, se halló el más importante resto arqueológico de arquitectura etrusca. No era una necrópolis sino un edificio con características específicas y hasta ahora desconocidas: un elegante palacio, construido entre los siglos VI y V a.C., donde vivía sin lugar a dudas un aristócrata, probablemente el señor de todo un territorio.
Conocida como “Meseta del Tesoro” por los habitantes de la zona, en la colina de Poggio Civitate se llevó a cabo un proyecto de construcción a vasta escala, iniciado a principios del siglo VII a.C. Estaba formado por un poblado presidido por la edificación de este gran palacio y de un templo en honor a la diosa Uni (esposa del padre de los dioses, Tinia para los etruscos y Júpiter para los latinos). Se sabe que de improviso y en dramáticas circunstancias, la vida se interrumpió y el sitio fue abandonado para siempre… o no. Pues, desde las primeras excavaciones, parecía evidente que algo extraño debía haber pasado en este lugar. Fueron recuperadas numerosas terracotas decoradas, cuya disposición sugería que el lugar no hubiese sido abandonado. Los fragmentos aparecían agrupados y a menudo guardados en los pozos o en huecos situados al norte de la zona, lo que indujo a pensar a los especialistas que quizá no hubiese quedado solamente despoblado, sino que fue desmantelado metódicamente –o quizás “ritualmente”– antes de su abandono. Así, desde hace cincuenta años las circunstancias de esta vicisitud siguen desafiando a los arqueólogos que, año tras año, tratan de ajustar las teselas de un mosaico verdaderamente atractivo.
El arqueólogo Ranuccio Bianchi Bandinelli (1900-1975) estaba seguro que en esta zona tenía que haber bastantes restos de los etruscos. Aunque como muchos grandes descubrimientos, se debió a la casualidad, cuando en 1926 un campesino de la zona le reveló a Bianchi Bandinelli que mientras araba su tierra se topó con “unos muros de piedra”. El arqueólogo, estimulado por estas palabras y por los restos que se encontraban esporádicamente, creyó que podían pertenecer a un importante asentamiento etrusco.
En 1966, el arqueólogo estadounidense K. M. Phillips obtuvo la concesión del Estado italiano para realizar excavaciones que dieron inmediatamente resultado con sorprendentes hallazgos. Las primeras campañas sacaron a la luz los vestigios de muros macizos, restos de tejados y curiosas esculturas de terracota, que permitieron reconstruir la vida de los etruscos en Poggio Civitate –sólo tras las primeras cuatro campañas se pudo apreciar plenamente el alcance del sitio– restituyendo aspectos que aparecen cada vez más sorprendentes. De hecho, interpretando esos restos, los estudiosos estaban convencidos que únicamente los templos estaban decorados con esculturas de terracota; sin embargo, se trataba de un edificio civil, totalmente diferente de cualquier santuario.
Hasta ahora, han sido identificados tres edificios de un conjunto monumental arquitectónico y fuertes indicios sugieren que hayan coincidido en la meseta en el mismo siglo. Las tres estructuras que han sobrevivido se valían de un sistema de tejados de terracota técnicamente sofisticado y tenían en común un conjunto de elaboradas decoraciones arquitectónicas. Los adornos y las sutiles referencias iconográficas inducen a pensar que las tres estructuras fueran construidas como parte de un conjunto arquitectónico controlado por la familia dominante del lugar. Los hallazgos arqueológicos desenterrados en cada edificio reflejan diversos aspectos de los intereses sociales de las familias aristocráticas que gobernaron en localidades como Poggio Civitate en el curso del siglo VII a.C.
Ha pasado ya medio siglo desde esa fecha y todos los años en los meses de junio y julio un grupo de arqueólogos y estudiantes estadounidenses acuden puntualmente a Poggio Civitate para seguir las excavaciones y estudiar los vestigios que van encontrando.
Este equipo de arqueólogos está dirigido por Anthony Tuck, catedrático de la Universidad de Massachussets Amherst, quien declara que “se trata de un sitio arqueológico inmenso con continuos descubrimientos: el nuevo palacio podría aportar luz en las nociones de la etruscología mundial…”. Una continua revelación, un puzle cuyos extraordinarios elementos siguen sorprendiendo… Y en este sentido el territorio de Murlo sigue demostrándose muy generoso. “El equipo está formado por 60 estudiantes (…) y el sitio no deja de asombrar año tras año (…), incluso tras medio siglo de las excavaciones que dirijo desde 1996, inicialmente con Eric Nielsen (…). Cada misión la retomo con una sensación de alegría debido a la aportación de nuevos conocimientos para la comunidad arqueológica mundial”, como el desenterramiento de otro palacio durante la campaña de 2015. Y añade: “Para esta campaña de 2016, los objetivos eran dos: la datación del nuevo gran edificio que parece más antiguo que el famoso palacio. Un antiquísimo lugar monumental del que por ahora no sabemos casi nada y que podría ser de enorme importancia a nivel arquitectónico para todo el conocimiento de Etruria. Pero, como siempre, hay que ir con cautela, seguir trabajando mucho. Y, paralelamente, estamos excavando en la zona de Vescovado (una localidad vecina) alrededor del tejar hallado hace años, un sitio que probaría mi teoría de que Poggio Civitate habría sido capital de una zona mucho más extensa, un verdadero municipio etrusco. Puede ser que cuando el sitio principal fue abandonado, estas otras zonas permaneciesen habitadas, aunque debemos encontrar las pruebas de todo esto”.
Este lugar no deja de deparar sorpresas tras sacar a la luz el Palacio de una dinastía local, que debía ejercer una forma de control en el valle del Ombrone. Esta hipótesis fue objeto de un amplio debate, ya que los arqueólogos habían interpretado inicialmente la estructura como un templo y, más recientemente, ha habido quien ha querido reconocer una especie de santuario federal para una liga menor, constituida por algunos centros de la Etruria septentrional. Mas cabe preguntarse cuándo fue construido el edificio. Los resultados de las excavaciones demuestran dos fases principales: una, más antigua, borrada por un incendio registrado entre los siglos VII y VI a.C.; otra, más reciente, que se remonta a los años 565-560 a.C., destruida también pocos decenios después por el fuego. Se puede señalar que el edificio monumental fue abandonado años más tarde.
En las huellas del segundo incendio y en el abandono de este lugar se ha sostenido que quizá fuese debido a una intervención armada por parte de la polis de Chiusi, que no quería tolerar presencias aristocráticas en el territorio.
Lo curioso de la historia estriba en que en la dramática circunstancia alguien decidió salvar la decoración arquitectónica, desmontándola y enterrándola en fosas abiertas para tal fin, cuya gran parte fue recuperada y expuesta con un excelente montaje en el Antiquarium, como el friso de terracota con estatuas alineadas colocado en la parte alta del tejado, interpretadas como divinidades, si bien con toda probabilidad representan a figuras de antepasados.
“Afortunadamente, Poggio Civitate además de ofrecer algunos de los primeros ejemplos de inscripciones en lengua etrusca –que nos permiten echar una mirada a algunas de las primeras palabras escritas en la Italia central y asimismo revalorizar las fuerzas políticas y sociales en vigor, que obligaron a estas poblaciones a adoptar la escritura del mundo griego y adaptarla a las propias exigencias–, se presenta además como un asentamiento suficientemente bien conservado que permite imaginar en qué contextos fueron utilizados los objetos encontrados. En Poggio Civitate el uso de la escritura fue motivado por el deseo de establecer y consolidar relaciones políticas sin querer copiar las fuentes orientales sino más bien para expresar y satisfacer las necesidades de su población y de las otras comunidades etruscas”, afirma Tuck.
En cuanto a la notable presencia de huesos de cerdos y corderos que se han encontrado en las excavaciones hace suponer que se organizaban grandes banquetes en períodos de especial abundancia agrícola o para otros tipos de celebraciones. Por otro lado, los enlaces matrimoniales entre las familias aristocráticas tenían un valor intrínsicamente político.
En cuanto a “la cultura de los Etruscos (un pueblo, según Herodoto, proveniente de Lidia en la actual Turquía), aunque se ha estudiado profundamente su culto al Más Allá a través de las tumbas de sus difuntos, queda aún mucho por esclarecer sobre la vida cotidiana llevada por sus habitantes en las ciudades”, concluye Giuseppe M. della Fina, etruscólogo y director científico de Bluetrusco.
Y ahora con las recientes interpretaciones el enigma etrusco adquiere aún más interés y estímulo para descifrarlo.
Carmen del VANDO BLANCO